Por los caminos del Señor
Hola… Hace algunos años, fue entrevistado Bill Gates en una conocida cadena de televisión norteamericana. Los entrevistadores eran dos jóvenes periodistas que tenían un programa muy reconocido y muy escuchado.
En un momento dado, la periodista le preguntó a Bill Gates: ¿Es posible que nos cuente cuál es el secreto de su éxito? De más está decir que Bill Gates era y es el hombre más rico del mundo y hasta donde sé, nunca he escuchado que estuviese relacionado con negocios turbios e ilegales. Por lo tanto, su éxito depende de él y de su equipo de trabajo.
Hecha la pregunta por la periodista, Bill Gates que vestía un blazer, lo abrió con su mano derecha y sacó del bolsillo interior una chequera. Con ella en la mano, tomó un lapicero y puso seis ceros en el pagaré y un número que podría ser 2, 3 o 4.
Sin haber contestado la pregunta, le dio el cheque de varios millones de dólares a la periodista y le dijo: “Tome este cheque, es para usted”. La periodista, entre sorprendida e incrédula, le dijo: “Señor Gates, no lo puedo aceptar”. Bill se lo ofreció por segunda vez e incluso una tercera vez, ante la negativa de la periodista.
El “no” de la tercera vez, ya fue en un tono de molestia, ante lo que Bill Gates no insistió más y le dijo: “Mi éxito radica en que yo nunca he desechado una oportunidad en mi vida.
Esta era una oportunidad para usted, pero posiblemente solo vio lo negativo, que yo me estaba burlando de usted, que yo la estaba comprando, que yo estaba haciendo algo ilegal y en verdad tiene razón. Sin embargo, en realidad era para demostrar que muchas veces no aprovechamos las oportunidades que se nos presentan en la vida”.
Aparte de la historia, pensaba en que si bien es cierto que debemos ser prudentes en las decisiones que tomamos en nuestra vida, es muy difícil lograr el éxito si solo vemos lo negativo en aquello que nos rodea, cuando muchas situaciones que se nos presentan, podrían ser momentos de éxito.
Bill Gates le dijo a la periodista: “Usted tuvo la oportunidad de ser millonaria, no lo quiso…”.
Recordamos en esta historia la frase agustiniana:
“CONÓCETE, ACÉPTATE Y SUPÉRATE”.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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