Por los caminos del Señor

Hola… Me adelanto a la celebración del próximo miércoles 24 de abril, donde los agustinos expresamos nuestro agradecimiento a Dios, recordando cómo un hombre con una experiencia de vida extraordinaria encontró su camino hacia Él.

Aunque han pasado más de 1637 años desde este hecho, el proceso sigue siendo igual de relevante como lo fue entonces.

Hace 1637 años, un 24 de abril la Iglesia celebraba la Pascua de Resurrección. Era sábado y en la Catedral de Milán en una solemne ceremonia de RESURRECCIÓN, presidida por el obispo Ambrosio, había un joven de 33 años que deseaba ser bautizado, por lo tanto este joven aceptaba con el bautismo ser hijo adoptivo de Dios.

No tendría mayor razón de admiración si no fuera porque hubo un proceso de vida en este joven que merece la pena conocer. Este joven nació a las “afueras” o en palabras del Papa Francisco, en la periferia del Imperio Romano, por lo tanto eran casi nulas las expectativas de poder progresar en la vida más allá de ser uno más de los seres humanos que con las justas alcanzaban el estatus de ser persona. No solo por la pobreza material, sino también por la realidad en la que se encontraba, en un hogar donde sus padres económicamente no tenían recursos.

Sin embargo, al observar detenidamente lo que nos rodea, siempre podemos descubrir oportunidades para superarnos. En este caso, un acaudalado vecino de Patricio y Mónica, padres de Agustín, se hizo cargo de la educación de este chico, enviándolo posteriormente a Cartago y a Roma.

Agustín descubrió sus capacidades intelectuales, aceptó el poder del conocimiento y entendió que la vida es mirar hacia adelante y no hacia atrás. Este camino lo llevó a los 33 años a tener un poder inconmensurable junto al Emperador de Roma. Había desarrollado considerablemente su mente, pero había olvidado la esencia de su vida que era su alma.

Hay una frase en el evangelio Mateo 16, 26-27 que dice Jesús: ¿De qué le sirve al ser humano ganar el mundo entero, si al final pierde su alma? ¿Cómo podrá recuperarla?

Agustín fue un insaciable buscador de la VERDAD, no desmayó jamás en el intento aunque no siempre recorrió el camino acertado. Sin embargo, cuando vio en su vida que nada lo hacía feliz, a los 33 años de edad y en la cúspide del poder mental o del razonamiento buscó la salvación de su alma y un 24 de abril en la noche de Pascua se convirtió en plenitud de mente y alma a Cristo Jesús.

“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva. Tú estabas dentro de mí y yo fuera y por fuera te buscaba”. San Agustín
“No le temas al mañana, porque Dios ya está allí”. San Agustín

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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