Por los caminos del Señor
Hola… Habiendo vivido durante la semana tiempos litúrgicos de una gran riqueza, para fomentar nuestra historia de salvación, fui visitado aquí en el colegio por un amigo entrañable del que alguna vez te he conversado, el “Filósofo de la Encalada”.
Los tiempos que la liturgia nos ha regalado, están llenos de bendiciones como la Ascensión del Señor a los Cielos, como Pentecostés, el pasado domingo recordándonos la creación de la Iglesia, la fiesta de la Santísima Trinidad, este domingo y el Corpus Christi el próximo domingo. En eso estaba pensando ahora, cuando llegaste tú –le dije a mi amigo. Y él me respondió: “Una de las cosas que más necesitamos los seres humanos es aprender a distinguir lo útil de lo valioso. Un sacacorchos es útil, un abrazo es valioso. Una puerta es útil, ver un atardecer es valioso. Un encendedor es útil, una amistad es algo valioso”.
Casi siempre lo útil es más caro que lo valioso. De hecho, lo valioso rarísima vez cuesta dinero. Yo no salía de mi asombro, aunque de mi amigo el filósofo, siempre es mucho lo que aprendo. Seguí escuchando y me dijo: “El dinero es útil pero no es valioso, y lo valioso produce muchísima más felicidad a largo plazo que lo útil. Sin embargo, el ser humano, no siempre, pero con demasiada frecuencia valora más, aprecia más lo útil que lo valioso”.
Quisiera mi querido Pablo, me dijo mi amigo, que hagas este itinerario, recordarles a quienes te leen en esta columna, cuánto significó para ellos ver nacer a un hijo, el primer beso y sentir que vuelas agarrado de la mano de alguien… Estoy seguro que estos y cientos de momentos más recordarás antes de partir de esta vida, no nos costaron dinero, sin embargo han sido los más valiosos de todos los momentos que has vivido.
Cuando te asalte una preocupación, párate a pensar si lo que buscas es útil o es valioso. Aprende a distinguir, que para ser feliz no es tan caro, simplemente reitero lo que acabo de decirte, piensa bien en qué piensas invertir tu vida, en lo útil o en lo valioso.
Seguimos conversando con mi amigo el Filósofo de la Encalada por unas horas más, todo aquello que escuchaba de sus labios me enriquece como la frase final que me dijo: “Cuando me toque morir, nadie morirá en mi lugar. Así que de hoy en adelante he decidido vivir lo que nadie vivirá por mí”, “No le temas al mañana, porque Dios ya está allí” San Agustín.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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