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Por los caminos del Señor

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Fecha Publicación: 27/09/2025 - 21:21
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Hola… Soy un convencido del valor que tiene la palabra, tanto para motivar a otra persona como para “hundirla”. Muchos de nosotros hemos tenido experiencias en las que, al apoyar a alguien o acompañarlo en momentos de dolor, descubrimos cómo “levantó su ánimo” gracias a lo que le dijimos, con amor y, en ocasiones, también con firmeza.
Esta semana, en mi oficina del colegio, entraron varios niños de primaria, de 9 y 10 años. Como había celebrado mi aniversario sacerdotal, me habían regalado chocolates y dulces, y quise compartirlos con los estudiantes. Sin embargo, por la cantidad que tenía, no alcanzaba para todos, así que les propuse hacer un juego que en mi época se llamaba Yan Ken Po. Me miraron sorprendidos y preguntaron: “¿Qué es eso?”. Entonces, un adulto que estaba presente me dijo: “Padre, ellos no entienden ese juego, pero sí el Fu Manchú, que es similar”. Les respondí: “Muy bien, jueguen al Fu Manchú y a quien vaya ganando le daré los chocolates como premio”.
Había más de veinte niños. Fueron jugando y varios recibieron sus chocolates. Yo estaba sentado en mi sillón, con los niños alrededor de la mesa, y a mi lado una niña de unos 9 o 10 años, que aún no recibía nada. De pronto, me dijo con tristeza: “A mí nunca me toca nada”. Al escucharla, giré mi silla, la miré a los ojos con cariño pero también con firmeza, y le respondí: “CREE EN TI”. Se lo repetí dos veces, siempre con esa mezcla de ternura y determinación. Luego anuncié: “Queda un regalo más, volvamos a jugar”.
Empezaron nuevamente el Fu Manchú, y fue la niña quien ganó los chocolates. Solo puedo relatar lo que ocurrió en esa escena de mi oficina. En principio, no podría decir cuál fue el efecto que tuvieron en ella mis palabras. Lo único que puedo afirmar —y ya lo he contado— es que se lo dije mirándola a los ojos, con cariño y firmeza, y que ella ganó el juego. Justo en ese momento sonó el timbre, señal de que el juego había terminado y era hora de regresar a clase.
No sé lo que esta anécdota significará en su vida, pero sí sé que me reafirma en lo que dije al inicio: la fuerza de la palabra es mucho mayor de lo que solemos imaginar.
En el colegio Nuestra Señora del Consuelo colocamos un banner con la imagen original del Señor de los Milagros y del Papa León XIV y, al centro, esta expresión: EL PAPA LEÓN XIV ES UN MILAGRO DEL SEÑOR.
Gracias por llegar hasta aquí.
Hasta la próxima semana.
¡Que Dios nos bendiga!
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