Por los caminos del Señor
Hola… En el mes de agosto de este año, como en años anteriores, suelo visitar a mi familia en el pueblo donde nací, un pequeño lugar entre las montañas de la provincia de León, en España. Al llegar, el primer sitio al que acudo es siempre el cementerio, para saludar a mi madre, que descansa allí desde hace nueve años. Del mismo modo, cuando regreso al Perú, paso nuevamente por el cementerio para despedirme de ella, confiando en que me siga protegiendo como siempre lo ha hecho.
Este año, al entrar al cementerio, a mano derecha me fijé en los tres rosales plantados allí hace años, que solían dar rosas rojas y blancas. Sin embargo, noté que dos de ellos estaban secos. Solo uno conservaba rosas rojas, las que más le gustaban a mi madre, y el otro apenas tenía media docena de rosas blancas.
Me acerqué al rosal de rosas rojas y, como acostumbro, recogí algunos pétalos y los llevé a la tumba de mi madre, donde mi hermana ya había colocado un ramo de flores. En mi caso, preferí llevarle los pétalos recogidos del propio cementerio.
Durante todos los días que permanecí en el pueblo, recorría la comarca en bicicleta y, antes de regresar a casa para almorzar, pasaba siempre por el cementerio a conversar con mi madre y a dejarle pétalos de rosas rojas sobre su tumba. Sin embargo, este año me preguntaba si tendría suficientes rosas rojas durante todo el mes. Día tras día recogía pétalos, y aunque pensaba que pronto se acabarían, el rosal volvía a florecer, regalándome siempre nuevas rosas rojas.
El último día, antes de regresar al Perú, visité nuevamente el cementerio. Hablando con mi madre, le contaba cómo aquel rosal, el único que permaneció con vida, se había comportado de manera admirable, pues nunca me faltaron pétalos rojos para cubrir su tumba.
Te comparto esta experiencia personal de hace apenas un mes, que bien podría ser el título de una canción o de un libro: “El rosal de mi madre”.
Antes de terminar, quisiera dejarte esta reflexión: en la vida, cuando te entregas a una obra de amor y gratitud, como es en este caso, nunca faltarán rosas rojas para ofrecer al ser más querido, como es tu madre.
“Solo cuando te rompes sabes de qué material estás hecho”
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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