Por los caminos del Señor

Hola… Si tuviera que titular una película con el texto de la conversación que vamos a tener hoy, este sería el título: Los años perdidos de mi mamá… que yo no supe agradecerle.

No busco con esta conversación de hoy domingo, Día de la Madre, otra cosa que no sea agradecer infinitamente a Dios en mi caso, y en el caso de todos ustedes las experiencias que tenemos grabadas en nuestros corazones de la única persona en el mundo que nos dio la vida.

Es posible que quien hoy me lea pueda tener cientos de experiencias de amor, de amistad, de intimidad, de gratitud… pero solamente hay un ser humano de los siete mil millones que hay en el mundo que nos ha dado VIDA.

¿Qué hemos hecho con ella cada uno de nosotros? No sería esta una pregunta para responder en este momento. Sin embargo, es un momento propicio para decir ¡GRACIAS, MAMÁ!
Alguna vez le pregunté a mi mamá: Mami, ¿cuándo me soñaste? Y ella me contestó: “Cuando apenas era una adolescente le pedí a Dios que me pusiera en la vida un hombre bueno con el cual ser madre, desde ese momento te soñé, hijo, y todo lo que hice hasta que tú llegaste, fue prepararte el mejor hogar para que fueras feliz”.

Recuerdo mucho a una profesora con la que trabajé en el colegio San Agustín hace años, en la década de los 80. Fueron muchos años en que esperó un hijo y cuando quedó embarazada, su ginecólogo le indicó que no podía moverse de la cama durante los siguientes siete meses hasta el parto. Lo cumplió a rajatabla y su hijo nació perfectamente. Lo mismo pasó con su segundo hijo, que fue una niña y supo esperar siete meses en cama sin moverse para que naciera perfecta. Hoy la familia vive en Japón.

La semana pasada, vino una mujer a la parroquia del Consuelo con su hija de 5 años. Me contó que la esperó por diecisiete años, pero sabía que Dios no la iba a abandonar y vino a darle gracias una vez más por el regalo, de la vida de la cual ella era parte importante.

Esta noche a partir de las 7:00 p.m. me gustaría que me acompañes a través de la radio “Ritmo Romántica”, quiero hacerle un homenaje con historias de amor por aquellos años perdidos de nuestras madres, que nosotros no supimos aún agradecer.
“No sé ustedes, pero yo soy feliz con solo levantarme y ver a mi madre viva”.
“Abracen a su mamá… yo extraño a la mía”.

Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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