Por los caminos del Señor
Hola… Cuentan las historias que Solón fue considerado uno de los siete sabios de la antigua Grecia. Un día fue invitado por el Rey Creso, quien lo llevó a conocer los tesoros de Sardes. Terminada la visita, el rey le preguntó al sabio: ¿Quién crees que es la persona más feliz del mundo? El Rey, que se sentía muy orgulloso de sus riquezas, se subió al trono para escuchar la respuesta de Solón. El rey estaba seguro de que el sabio le diría: Majestad, usted es el hombre más feliz del mundo. Guardó silencio, el sabio no contestaba, el Rey insistió de nuevo: ¿Quién crees que es la persona más feliz del mundo? Para sorpresa del rey Solón, le responde: Majestad, Teilluz de Atenas fue la persona más feliz del mundo. Tuvo una muerte gloriosa en el campo de batalla y por eso creo que no ha existido nadie más feliz que él.
Es cierto, dijo Creso, estoy de acuerdo con usted, pero Teilluz está muerto, después de él ¿quién es la persona más feliz del mundo? Majestad, son dos hermanos que conozco quienes cuidaron con mucho cariño a su mamá cuando estaba enferma. El Rey estaba decepcionado, ¿acaso no piensas que yo soy la persona más feliz del mundo? Majestad, nunca diga que una persona es la persona más feliz del mundo si todavía es joven y no lo ha vivido todo. Hasta que termine su vida o esté cerca de terminarla, no se puede saber qué pasará. Usted centra su felicidad en sus riquezas, pero existen cosas más importantes que el oro y la plata. Creso quedó intrigado con la respuesta de Solón.
Un día, la ciudad de Sardes fue tomada por el ejército persa que capturó al Rey, lo ató y lo encadenó a una estaca. Cuando iban a matarlo quemándolo en la hoguera, cayó un aguacero que apagó las llamas. “Aunque ahora no tengo nada, soy feliz porque sigo vivo”.
Hace muchos años San Ignacio de Loyola, un afamado militar de la época, fue herido en una batalla y cuando se estaba reponiendo de la herida, leyó esta frase del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?
Su vida cambió radicalmente y no solo eso, sino que creó por designio de Dios una de las congregaciones religiosas más importantes de la Iglesia: La Compañía de Jesús.
Al leer estas líneas piensa por un instante, ¿qué es aquello que en tu vida merece la pena?
“La medida del amor, es el amor sin medida”. San Agustín.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!
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