Políticas públicas, nuevos frentes y prioridades
Ante el confinamiento hogareño, responsable y obligatorio, con toque de queda incluido, es menester replantear una serie de acciones y sucesos personales o sociales. En esto el Perú no es una isla pues el mundo camina bajo las mismas limitaciones ante el coronavirus. El aislamiento social es hoy por hoy moneda corriente en los cinco continentes del orbe.
Para un sector de la opinión pública informada, no necesariamente especializada ni científica, nada de lo que ocurre hoy es sorprendente ni extraordinario. Basta revisar los informes de inicios de este siglo de EXPRESO y EXTRA sobre lo que le pasaría al mundo en veinticinco, cincuenta o más años, como consecuencia de la contaminación ambiental, la sobrepoblación de algunas ciudades y audaces experimentos bajo las gruesas paredes de los laboratorios.
Hoy el hombre cosecha lo que sembró, a partir de su loco frenesí, sus excesos y la vida disoluta, hechos que le pasan una factura muy cara mediante los virus mutantes -hasta creados por el propio hombre- y generadores de pandemias, sin que la Organización Mundial de la Salud haga más que reconocer que las mismas serán cada vez más frecuentes y terriblemente letales.
De manera que las cuarentenas no solo acabarán con el coronavirus, sino que se espera acaben frente a otros virus, y esa será la característica global en lo que le queda a este siglo, amén de que las generaciones más jóvenes tendrán que bregar contra flagelos que paralizarán cíclicamente la economía y la vida moderna. En puridad, debemos aprender de las lecciones del presente, tema advertido en esta columna a lo largo de los años, no quedándonos a los ciudadanos más alternativa que obligarnos a hacer cambios radicales en nuestra forma de existencia.
Sin embargo, desde el gobierno (de las naciones) ahora se deberá mirar con mayor seriedad la inversión en salud pública, en el ahorro de energía, en potenciar el teletrabajo, en la defensa del medioambiente, en la reconversión industrial y la bioseguridad, etc. La verdad resulta que no es solo cuestión de personas el cambio de vida sino de los propios Estados, de cara a redefinir nuevos paradigmas frente a la ciencia, la medicina, la educación, la paz social, el turismo y la policía en un planeta de 7,550 millones de habitantes.
Hoy acaso muchos miran a Dios y claman por fuerzas sobrenaturales para aplacar la furia de un virus que hace colapsar hospitales y negocios. Pero hace tiempo nada de eso fue extraño a esta columna, donde -de alguna forma- se advirtió de la necesidad de construir una vida humana menos tóxica y más austera.
@RafaelRomeroVas