Pluripartidismo y extremismo
El objetivo de constitucionalizar la segunda vuelta fue el de evitar que un candidato radical gane las elecciones presidenciales; precisamente lo que parece haber ocurrido de forma irregular, pero quizás inevitable. Cuando las simpatías se dividen entre muchas opciones en plena crisis del sistema de partidos, cualquier cosa puede ocurrir; al contrario de los países con democracia estable, donde dos corrientes predominan: la centro derecha que impulsa la creación de riqueza y la centro izquierda que prioriza la distribución de la riqueza. El pluripartidismo exacerbado por la crisis de la clase política es un veneno para cualquier sociedad, la República de Weimar es un buen ejemplo.
Por ello, está preparando su mudanza a Palacio de Gobierno un radicalizado dirigente que se hizo conocido por liderar dos huelgas con la cúpula del Conare, disidencia extremista y vinculada a Sendero Luminoso, del ya marxista-leninista Sutep, oponiéndose a la reforma de la carrera magisterial que intenta la mejora de la calidad educativa mediante incentivos al estudio y la capacitación, mediante evaluaciones para elevar la categoría y, con ello, la remuneración.
El mejor escenario sería una auditoría internacional a la segunda vuelta, que nos otorgue la oportunidad de librarnos del extremismo; un segundo escenario sería que la izquierda moderada neutralice a Perú Libre y cope el gabinete ministerial, matizando el chavismo del original programa de gobierno de Castillo. Quienes anhelamos un gobierno verdaderamente pluralista y democrático, tememos que un discutido y remendado JNE proclame un vencedor en estas condiciones, antes de esclarecer los numerosos indicios de pequeñas pero reiterativas trampas que, por lo estrecho de los resultados, pueden haber alterado sustancialmente la voluntad popular, propiciando el peor escenario, el inicio de un régimen que progresivamente capture las instituciones valiéndose de la franquicia chavista, comenzando por arrinconar al Congreso recién elegido mediante el uso ilimitado de la cuestión de confianza.
De ser así, en el próximo quinquenio se verá destruido el Estado de Derecho y sepultada la democracia entendida como la expresión de las diferentes opciones políticas mediante procesos electorales competitivos, plurales e imparciales, marcando así el fin de una etapa de estabilidad económica. Si logramos evitarlo, se deberá modificar la Constitución para permitir una segunda vuelta presidencial con los tres candidatos más votados, al tiempo que se realice también, una segunda vuelta parlamentaria con el mismo número de candidatos que tengan el mayor apoyo electoral, en cada uno de los distritos uninominales, adoptando un sistema electoral que promueva la natural limitación del pluripartidismo y favorezca la necesidad de acuerdos y alianzas.
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