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Perú y su eterna deuda con la competitividad

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Fecha Publicación: 09/05/2025 - 21:10
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El ruido político en el Perú distrae los esfuerzos por frenar una realidad silenciosa y grave que sigue avanzando: la pérdida sostenida de la competitividad. Según el Ranking de Competitividad Mundial 2024 elaborado por el Institute for Management Development (IMD), en colaboración con Centrum PUCP, nuestro país se ubicó en el puesto 63 de 67 países evaluados, marcando su peor desempeño histórico.
La caída de 8 posiciones refleja la urgente necesidad de implementar reformas estructurales, mejorar la infraestructura, fortalecer la eficiencia gubernamental y empresarial, y fomentar la innovación y el desarrollo tecnológico para revertir esta tendencia negativa y avanzar hacia un futuro más competitivo y próspero.
En el ámbito exportador, si bien obtuvimos un récord en el 2024 y cerramos el primer trimestre del año con un incremento de 27.3%, esto se explica en gran parte por los buenos precios de nuestros productos; sin embargo, algunos sectores aún no alcanzan sus máximos históricos como las confecciones y maderas (2008), agro tradicional (2011), textil (2014), hidrocarburos, pesca primaria y químico (2022), y pesca-acuicultura y minería no metálica (2023).
El reto no solo es alentar los envíos primarios, sino los de valor agregado, pero nuestro país sigue sin resolver los problemas estructurales que limitan su capacidad productiva y exportadora. La falta de planificación, inversión en infraestructura y marcos legales modernos continúa siendo nuestro principal problema.
Por otro lado, nuestros competidores de Asia, Centroamérica y muchos vecinos nos sacaron una gran ventaja con políticas claras, incentivos modernos y una visión estratégica de largo plazo.
Esa diferencia complica a nuestro sector exportador que opera en desventaja frente a países con zonas francas que si funcionan, que ofrecen exoneraciones tributarias, facilidades logísticas y con tipos de cambio que favorecen las exportaciones. Asia y Centroamérica las convirtieron en catalizadores de su crecimiento. En contraposición, en Perú no pueden despegar aún.
El caso asiático es resaltante. China e India desplegaron redes de zonas económicas especiales que transformaron sus economías. Shenzhen, alguna vez una aldea pesquera, hoy es un hub tecnológico global. Esta experiencia demuestra que el desarrollo depende en gran parte de decisiones estratégicas sostenidas en el tiempo.
Perú necesita una red de Zonas Económicas Especiales distribuidas estratégicamente, con una buena infraestructura y vías de acceso. Callao, Chancay, Matarani y otros puertos deben formar parte de un ecosistema moderno de exportación. Sin ello, la desconexión entre producción, logística y mercado internacional nos seguirá pasando factura.
Dos de los sectores con gran potencial y que podrían impactar más en la recuperación de la economía son la industria forestal y las confecciones. En el caso del primero, sus despachos al exterior siguen cayendo, no por la falta de recursos, sino por trabas internas. Uruguay, un país pequeño en extensión, exportó en el 2024 por más de US$ 2 mil 800 millones de maderas y productos derivados (principalmente celulosa), mientras que el Perú lo hizo por US$ 85 millones.
Por su parte, las confecciones no superan aún el récord del 2008. Con un algodón pima de calidad, una mano de obra calificada y acceso a los más importantes mercados, representa una gran oportunidad, pero se requiere eliminar los cuellos de botella que frenan su crecimiento. Una cosa es cierta, y es que la competitividad no se construye con discursos, sino con decisiones oportunas, reformas profundas y una visión de largo plazo. Aceleremos el trabajo público-privado y saldemos la deuda pendiente con la competitividad.

*Presidente de la Asociación de Exportadores (ADEX)

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