Periodicazo de constructora
Hoy ya sabemos por fin cuál fue el verdadero motivo del destape masivo de la corrupción en toda Latinoamérica. No es un motivo ilegítimo. Consiste en abrir incluso a la fuerza el mercado de las licitaciones de obra pública latinoamericana a la competencia global, quebrando en todas partes al mismo tiempo el oligopolio de los “clubes de la construcción”, empezando por Brasil, que perfeccionó el modelo.
Abrir Latinoamérica a una economía global libre es la tarea del siglo XXI. En la infraestructura física afortunadamente habrá competencia entre la Ruta de la Seda china y la Red de Puntos azules (Blue Dot Network) o “América Crece” en Sudamérica, los planes de EE.UU. para contrapesar la influencia china en la región. La presencia de estos gigantes en la región es la consecuencia del destape de la corrupción en Sudamérica. Y es legítimo.
Pero sería tonto ignorar que no solo en Latinoamérica se cuecen habas. “Clubes de la construcción” han existido por décadas y existen aún en América, Europa y Asia. “Llave en mano” es el nombre que se da desde décadas y aun hoy a los proyectos que gobiernos y empresas de economías desarrolladas venden a países emergentes. Incluyen, como su nombre indica, el paquete completo con ‘know how’ y financiamiento con facilidades que se recuperan en las tasas y los precios con que el proveedor “favorece” al país que, por razones históricas, es “amigo”. Esto sigue siendo una realidad. Sería tonto cerrar los ojos.
Es interesante la historia de algo que llegó a existir en el Perú a mediados de la década de los 70, en la postrimerías de la Primera Fase del gobierno “revolucionario”. Se creó en 1974 y se llamó el Instituto de Investigaciones Energéticas y de Servicios de Ingeniería (INIE). Era un cándido ensayo –muy en modo militar- para librarse de la trampa de la “llave en mano”. Reclutó a ingenieros peruanos de construcción e infraestructura, permitió la contratación a título individual de extranjeros que aportaran ‘know how’ y transferencia de tecnología. Fue un fracaso en medio de las arbitrariedades del gobierno “revolucionario” en una economía cerrada y trabada por el Estado.
Fue así como regresó el entonces aún incipiente “club de la construcción” peruano –mucho antes de los brasileños- con empresas constructoras que descubrieron la capacidad de presión política de un grupo empresarial de la construcción cuando tiene en la otra mano un periódico o un canal de televisión. Es enorme el poder de los medios sobre el gobierno cuando de conseguir un contrato de obra pública se trata. Los ejemplos abundan y hoy por fin han alcanzado estado público. Hoy que el mayor de todos esos grupos se halla en la picota, hay que decir que ya desde la década de los 80 ese modelo fue usado igualmente por otros constructores para propinar periodicazos al gobierno y medrar en las licitaciones de obra pública.
Hoy, la lucha puede contar con el faro chileno del reciente mensaje de Sebastián Piñera llamando no solo a sus compatriotas sino, en buena cuenta, a todos los latinoamericanos a declarar la guerra al mercantilismo. No solo al monopolio estatal, cuyos servicios son una vergüenza, sino al monopolio privado: al abuso de la posición de dominio, a la concertación empresarial y sus formas agravadas -el oligopolio y el monopolio- en cada país y en cada uno de los sectores principales de sus economías: la energía, las finanzas, el comercio, las telecomunicaciones. Hay “clubes de la construcción” en cada sector de nuestras economías y es inútil cerrar los ojos y seguir pretendiendo que no existen.
Porque el monopolio estatal y el privado –y no la tan cacareada desigualdad- son la causa material del malestar de los pueblos en toda Sudamérica, expresada de manera violenta en Santiago, Quito, Bogotá y La Paz porque el enemigo, el eje Buenos Aires-Foro de Sao Paulo-Caracas-La Habana-México, contagió la corrupción al sector público y al privado en todas partes.