Pedrito el intocable y nuestra agonía infinita
Nunca pensé que Castillo llegaría a cumplir un año al “mando” del país. Albergaba la confianza que el diminuto grupo de representantes honestos e inteligentes que habían llegado al Congreso, podrían emprender una cruzada democrática, sin marchas y contramarchas, y que lograrían salvar al Perú de la red delincuencial que ocupa el poder.
¡Me equivoqué! La fuerza del mercantilismo parlamentario es indómita, implacable. Tiemblan ante la posibilidad de poner en riesgo su curul y ello les ha pasado factura: todo un reto ser más impopular que Castillo, pero el Congreso lo ha conseguido, misión cumplida, literalmente nadie los quiere. Qué frustración haber depositado nuestra confianza en esta gente. La última perla fue la decisión de la Comisión de Ética de eximir de responsabilidad a cuatro congresistas de AP acusados de corrupción. Los han blindado sin pestañear.
La podredumbre política ha saturado toda nuestra capacidad de tolerancia, pareciera que los peruanos aún no logramos comprender las terribles vicisitudes que se avecinan. La crisis del 2008 fue muy dura especialmente en los países desarrollados. Todos recordamos el terrible colapso del sistema financiero en EE.UU., la famosa burbuja inmobiliaria, un crecimiento desmedido del valor de los inmuebles, gracias a que regalaban el dinero para comprarlo, amoblarlo y disfrutarlo con amigos. La danza de los millones que luego no se pudieron pagar y determinaron el embargo de miles de inmuebles. Naturalmente el precio se desplomó.
El modelo peruano funcionaba con todo vigor. La economía crecía aceleradamente por la inversión extranjera y los TLC – era un país atractivo por su rentabilidad y bajo riesgo financiero, con las clásicas carencias de infraestructura y baja productividad, pero progresábamos. Llegó sin previo aviso, pero pasó rápido y encontró fuertes a los países latinoamericanos porque se dio en medio del boom en el precio de los commodities. Perú figuró como el tercer país con crecimiento positivo: 9.1% (2008), 1.1% (2009) y 8.78% (2010), cifras impresionantes. Además, y muy importante, AGP tuvo la sabiduría de designar a Luis Carranza como ministro de Economía, quien logró revertir con mucho éxito, las malas decisiones iniciales ante el advenimiento de la crisis. Ello demostró, una vez más, que las calidades personales y profesionales de los actores hacen la gran diferencia en tiempos de oscuridad.
Hoy estamos en el más absoluto desamparo. Se vienen trances devastadores como bien los describe Juan Jose García en su artículo de lectura obligatoria: “Apocalipsis a la vuelta de la esquina” (Perú21 13/07/22) calificándola como la peor crisis económica de la humanidad en los últimos 100 años, con el agravante que actualmente el Perú es un país débil, empobrecido y está en las peores manos.
A más inri, el precio del cobre ha retrocedido 23% desde los máximos este año (el endurecimiento monetario es negativo para la demanda de minerales) y China, nuestro comprador natural, ya anunció nuevos cierres porque la pandemia sigue golpeándola. Tienen la peor vacuna del mundo y los peruanos lo hemos comprobado con mucho dolor. Ha crecido un insignificante 0.4% en el último trimestre y no hay indicios que mejorará en un futuro cercano.
El MEF sigue endulzando la verdad, augurando un crecimiento de 3.6%, cuando un tercio de la población necesita bonos alimentarios para no morir de hambre y el único empleo que crece es el precario y de subsistencia: 1.6 millones de limeños ganan menos del sueldo mínimo trabajando más de 35 horas a la semana.
¿Y Castillo? Pues nada le quita el sueño. Vive plácidamente en Palacio, haciendo la finta que trabaja y destruyendo valor cada vez que abre la boca. ¡Tiene que irse!
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