ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Pasatiempo

Imagen
Fecha Publicación: 01/09/2022 - 22:52
Escucha esta nota

Cuando somos niños no tememos a la muerte. La idea de morir resulta lejana, incluso, a pesar de que en algún momento se pueda experimentar la muerte de algún familiar o de alguien conocido. Hay dolor, es cierto, pero es un dolor diferente, apaciguado. En este caso, si los recuerdos son pocos, el dolor es menor. Si no hay muchos recuerdos, no hay muchas experiencias; por tanto, el dolor transita entre lo abrupto y lo incierto. Así, la muerte pareciera ser un episodio más, un bache, un obstáculo, solo eso.
La muerte en un adulto se convierte en una estocada. Existe el temor de acercarse a la muerte conforme la vida se satura y entonces el miedo aparece para convivir con ella. Ver a nuestros padres envejecer, por ejemplo, nos hace pensar en un acercamiento necesario, en recuperar todo lo vivido para tratar de inmortalizarlos. Esa muerte que era de los otros ahora es la nuestra. Y somos nosotros los que esperaremos aquello que antes era incierto, pero que ahora se materializa. Solo entonces entendemos dónde nos encontramos y que los recuerdos son lo único que nos sostienen. Esa es la señal.
Ahora recuerdo un poema de Mario Benedetti que se asocia a todo esto. En “Pasatiempo” escribe los siguientes versos: “Cuando éramos niños / los viejos tenían como treinta / un charco era un océano / la muerte lisa y llana /no existía / luego cuando muchachos / los viejos eran gente de cuarenta /un estanque era océano / la muerte solamente / una palabra / ya cuando nos casamos / los ancianos estaban en cincuenta / un lago era un océano / la muerte era la muerte / de los otros / ahora veteranos / ya le dimos alcance a la verdad / el océano es por fin el océano /pero la muerte empieza a ser /la nuestra”.
Hace unos días ha muerto la madre de un amigo. No la he conocido personalmente, pero en este itinerario que es la vida, no necesitamos de eso para sentir el mismo dolor de los afectados. El acto en sí mismo se vuelve hacia nosotros y es como si también nos sucediera. Creamos puentes para encontrarnos en la otra orilla y sobrellevar el dolor juntos, a pesar de la distancia. Cuando mi padre murió, sucedió algo similar. Siempre debemos estar en el lugar correcto para enfrentar a la muerte, al miedo, a la desesperanza, porque como dice Benedetti, a estas alturas, la muerte empieza a ser la nuestra.