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Partidos y movimientos políticos

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Fecha Publicación: 03/06/2024 - 22:10
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Puede definirse al partido político como “el grupo social organizado y estable que desarrolla una determinada acción política, coherente con su perspectiva ideológica, dirigida a ubicar a sus dirigentes en los espacios donde se producen y ejecutan las decisiones que pueden satisfacer los intereses y necesidades de los electores que representan”. Así, personas de diferente origen y preparación, se unen en razón a su compromiso con determinados postulados doctrinarios, sacrificando parte de su libertad, para realizar una estrategia diseñada con la finalidad de trasladar el ideario y el programa partidario a las políticas de gobierno. Ello implica una presencia permanente en la oferta política al electorado, una visión compartida de sociedad, relaciones de autoridad al interior del grupo social, y una intensa competencia por alcanzar los niveles superiores de dirigencia, lo que supone una enorme virtud: la continua actividad partidaria sirve de filtro para depurar al grupo social de oportunistas y aventureros, que solo se acercan a la política para obtener ventajas personales sin prejuicio ni convicción alguna; ellos suelen causar buena impresión, pero con el tiempo los delatan sus actitudes.
Los movimientos políticos suelen ser lo opuesto. Priorizan el medio a la finalidad, pues el objetivo final es colocar a su líder fundador en un cargo de elección popular para que satisfaga su ego, o peor aún, para que se enriquezca ilegalmente. Así como no tienen convicciones ideológicas, tampoco asumen ningún compromiso con sus electores, pues en lugar de representar sus legítimos intereses, tan solo ofrecen “propuestas” con el ánimo marketero de “conectar” con la mente ciudadana tan solo por un instante. No es extraño entonces que gran parte de los gobernadores regionales provenientes de movimientos regionales estén condenados o seriamente comprometidos en procesos penales, habiendo desperdiciado los recursos de su comunidad en proyectos innecesarios o en la corrupción más desvergonzada.
El autoritarismo prefiere movimientos y no partidos, pues aquellos, por su sociológica superficialidad, permiten a siniestros personajes usurpar los espacios de decisión. No es casual que sus voceros ataquen permanentemente a los partidos, tratando de adjudicarles responsabilidad penal por lo que pudiera hacer algún dirigente o neutralizando su presencia nacional al incentivar la acción de aquellas agrupaciones temporales dedicadas al culto del cacique local. Durante varias décadas fue mucho más fácil armar un movimiento temporal que merecer la candidatura en un partido disciplinado; por eso, muchos cuadros importantes se retiraron de las organizaciones para tentar suerte, debilitando gravemente la actividad partidaria regional.
El derecho de participación política no es absoluto, se debe satisfacer de manera coherente con la democracia representativa, necesitada de partidos políticos sólidos que asuman su condición de organizaciones nacionales y de una oferta electoral programática permanente.

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