Panem et circenses
La locución latina no es una novedad. Menos ahora, por cierto. “Pan y circo”, esa locución latina que tenía como propósito la distracción y con ello permitir que el gobierno realice lo que quiera sin objeción del pueblo. La fórmula era simple: había que darle alimento y entretenimiento de baja calidad para mantener a la población dócil, ocupada y, por supuesto, callada. Durante años, los políticos romanos pensaron en una manera para que las masas confiaran en ellos y no tuvieran que reclamar nada. Así, recibían en apoyo gracias a una especie de clientelismo, algo así como un intercambio extraoficial de favores.
El poeta latino Juvenal escribió aproximadamente 16 poemas y entre ellos se encuentra, precisamente, la “Sátira X” donde escribió la popular frase como símbolo de rechazo a las prácticas del Senado romano “panem et circenses”. El hecho histórico tiene como origen al recordado y cruel emperador Nerón, quien fue sucedido por Vespaciano en el año 69, y más adelante reemplazado en el trono por su hijo mayor Tito, quien terminó con una represión a los judíos. Uno de los hechos más impactantes del periodo del emperador fue cuando el monte Vesubio erupcionó y destruyó Pompeya. Asimismo, una epidemia en Roma acabó con la vida de un tercio de la población, además del incendio de tres días que asoló la ciudad. Obviamente, ante tales sucesos, hubo descontento en el pueblo contra el emperador Tito. La situación era complicada, entonces tuvo la idea de terminar de construir rápidamente el Coliseo. De inmediato, proclamó su inauguración y destinó 100 días de espectáculos gratis. La población no volvió a reclamar.
En sus sátiras, Juvenal hace referencia a esta situación: “Desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quién vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin, todo ahora deja hacer y solo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo” (Juvenal, Sátiras X, pp. 77-81). Así, el poeta latino evidenciaba la manera como se ofrecía el alimento y el entretenimiento para que mantener el poder. Y, sin duda, la distracción funcionaba para los intereses del emperador, ya que el pueblo dejaba de lado sus derechos y el deber de cuestionamiento a esta forma de populismo instaurado a gran escala. Muchos siglos después, la política hoy no ha cambiado. El pan y el circo se repite, de otros modos, en otras intensidades, pero con el mismo objetivo.
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