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País enfermo

Fecha Publicación: 23/08/2024 - 21:00
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Día de semana, cuatro de la mañana, en las afueras de un hospital. A cada minuto llegan, de todos lados, personas en busca de atención médica. Nadie presta atención a la frígida mañana, el mal es más intenso, la indiferencia también, pero la esperanza por la salud y la vida es mayor.  En la inmensa cola la gente sabe escuchar; cada quien cuenta su sufrimiento y expone sus males, se es un oyente, eso, aunque parezca mentira, ayuda mucho, a veces se siente la sensación de que uno va sanando, aunque el mal vaya agudizándose: en este mundo extremadamente sordo el solo hecho de saber que alguien te escucha alienta a esperar que el día irá bien y la salud mejorará. Así transcurre el día, el tiempo, lentamente; los minutos son eternos, eso qué importa, el hospital abrirá sus puertas a las 7:30 y la atención recién se iniciará a las 8 de la mañana.

Lograr un ticke o una cita para la atención es la primera victoria, eso de por sí no sana la enfermedad, pero reconforta el alma así se esté moribundo. Es que los males en nuestro Perú son monstruos que atacan con ventaja, saña y alevosía; los males poseen información selecta y tienen la receta ideal para que nadie los ataque, porque en este país “Jamás, señor ministro de salud, fue la salud / más mortal”.  “Y, desgraciadamente, / el dolor crece en el mundo a cada rato, / crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, / y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces / y la condición del martirio, carnívora, voraz, / es el dolor dos veces / y la función de la yerba purísima, el dolor / dos veces/ y el bien de ser, dolernos doblemente”. Tan certero en cada verso nuestro poeta mayor César Vallejo, tan real su poesía y tan real y tan lejana la salud en esta tierra donde hasta el sol alumbra con temor a un país enfermo.

Mientras tanto, en los hospitales la atención es lenta, los escasos médicos hacen lo que pueden, las farmacias de los hospitales solo expenden la nada y la esperanza también, duele decirlo, se esfuma. Este es nuestro país, donde importa el maullido del gato, el falso brillo de las alhajas y la pose ensayada y teatrera de quienes nos gobiernan; este es nuestro país donde las estadísticas se manipulan y nos hacen ver que somos un país próspero. La nada, el vacío, el desprecio, lamentablemente da terror utilizarlos en un verso como figuras literarias para tratar de maquillar una realidad que nos enrostra que somos un país bananero, un país en cuidados intensivos.

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