OTAN en alerta
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebrará una cumbre decisiva los días 24 y 25 de junio en La Haya, Países Bajos. Esta reunión no solo marcará el debut del neerlandés Mark Rutte como nuevo secretario general del bloque, sino que también llega en un contexto de creciente inestabilidad mundial, con el conflicto entre Israel e Irán como telón de fondo y con tensiones persistentes en Europa del Este y el Pacífico.
Uno de los temas centrales será la propuesta para que los países miembros aumenten su gasto en defensa hasta un 5 % del Producto Bruto Interno (PBI), un salto significativo respecto al compromiso actual del 2 %. Esta idea, inicialmente impulsada por Estados Unidos y Polonia, ha ganado fuerza tras la percepción de que Europa sigue dependiendo en exceso del paraguas militar estadounidense.
Mark Rutte, quien acaba de asumir el liderazgo de la OTAN tras dejar el cargo de primer ministro de los Países Bajos, enfrenta un difícil equilibrio: por un lado, convencer a los aliados europeos más reticentes al aumento del gasto, y por otro, mantener la cohesión ante un mundo cada vez más polarizado. Alemania y Francia, por ejemplo, han mostrado reservas ante la medida, argumentando que debe haber también una inversión proporcional en diplomacia y desarrollo.
La elección de La Haya como sede también es simbólica. Ciudad de tribunales internacionales y símbolo del derecho internacional, el mensaje parece claro: en tiempos de guerra y amenazas, la OTAN busca mostrarse no solo como un bloque militar, sino como un garante del orden mundial basado en reglas.
Además del gasto militar, la cumbre abordará la situación de Ucrania, que sigue enfrentando ocupación rusa en parte de su territorio. La OTAN reafirmará su apoyo, aunque sin comprometer una membresía inmediata, algo que sigue dividiendo a los socios del bloque.
La reunión también será un termómetro de la unidad atlántica frente a la creciente influencia de China en el Indo-Pacífico y sus ambiciones tecnológicas que amenazan con redefinir las esferas de poder global.
En suma, la cumbre de La Haya podría ser un punto de inflexión. Con el escalonamiento de la guerra en Medio Oriente y la expansión de la desconfianza geopolítica extendiéndose, la OTAN busca no solo reforzar sus defensas, sino también su narrativa: la de una alianza que se adapta, resiste y responde a los desafíos de un siglo impredecible.
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