Octubre, según Oswaldo Reynoso
La procesión del Señor de los Milagros en la pluma de Oswaldo Reynoso cobra vida en las siguientes líneas: “Morado. Ácido morado sobre cielo de ceniza. Sucia la niebla podrida en pescado. Morado dulce en alfombra. Morado turbio y ondulante en cuerpos morenos. Morado tibio en mañana fría: mojada”. Se trata de un fragmento de, quizás, la novela más recordada de Reynoso, En octubre no hay milagros, publicada hace 57 años, en 1965. Se trata de un retrato de aquella Lima de los años 60 y, con ella, uno de los eventos más importantes de la religión católica: la procesión del Señor de los Milagros. Sin embargo, la postura de Reynoso no solo revela ese lado de fe, sino, en oposición, los actos de violencia, de represión y de muertes. Para entender la mirada de Reynoso sobre este acto tradicional religioso en la Lima de antaño es importante recordar algunos pasajes de su novela.
“Y fueron los esclavos, sólo los esclavos negros, los que, desde sus inmundas cuadras, encontraron, en el Cristo pintado en un muro de Pachacamilla, la magia salvaje de sus antiguos dioses africanos. Este Cristo, pintado por alguna mano esclava en un miserable muro, era de ellos: qué diferente a los lujosos Cristos que sus amos veneraban en las iglesias de piedra tallada adornados con oro y plata; qué distinto a los Cristos vestidos de raso y seda que sus señores sacaban, entre flores, incienso y perfumes, a pasear por las calles de Lima. Mágico muro levantado con sangre que resistía la violencia igualadora de los terremotos”.
“Llegado octubre, juntos, frente a su Cristo africano, rezaban y sus quebradas voces se oían en todo Lima. Y cuando cantaban, fuerte, las sólidas paredes de piedra de las casonas de sus amos temblaban, rajándose. Entonces, nobles y criollos, asustados, desde las tímidas celosías de sus balcones de madera oscura, miraban al cielo y pedían, de rodillas, a su Cristo Rey la muerte inmediata de ese impostor del muro de Pachacamilla que tenía el poder de juntar y rebelar a todos los mugrientos esclavos de la suave, cortesana y leal ciudad de Lima”.
En octubre no hay milagros, como decía el poeta Washington Delgado, pone en evidencia la desconsoladora realidad de la capital, ese retrato de desigualdad social que abarca a todo el país. La tradición religiosa es expresada a través de la procesión del Señor de los Milagros y, de alguna manera, la religión se convierte en un medio de poder social.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.