Nosotros tenemos una historia
Marzo de 2014. Había pasado varias semanas desde que llamamos insistentemente y con diferentes nombres a la casa de Mario Vargas Llosa porque sabíamos que solo se quedaría poco tiempo antes de retornar a España. Ese era el momento en que Pedro y yo teníamos que entrevistarnos con él.
Pedro Novoa era un escritor que había comenzado a destacar con numerosos premios literarios. Rápidamente comenzó a aparecer en reseñas y antologías, y junto al poeta Harold Alva, habíamos construido una amistad inquebrantable casi sin darnos cuenta. Por eso, visitar a Vargas Llosa y entregarle su novela “Seis metros de soga”, con la que ganó el Premio Horacio Zeballos de Novela Breve en el 2010, era un compromiso ineludible. Y por eso también llegamos hasta Barranco, con la cámara de Jandrius Paz, el parce, a esa calle que daba frente al mar.
Durante semanas habíamos planeado cómo llegar y en qué momento abordar la salida de Mario. Calculamos el tiempo mientras íbamos confirmando la salida del edificio. Cada movimiento tenía que ser preciso. Cuando llegó el momento, nos acercamos y tocamos el timbre en el instante exacto en que Patricia se asomó. Nos miró sorprendida y pareciera haber reconocido a Pedro y sus insistentes ganas de compartir sus libros con el Nobel. Patricia fue muy cortés, por cierto, nos abrió la puerta y nos hizo pasar. Siempre tenía una sonrisa. Nos invitó a tomar algo mientras que Mario se alistaba para salir. Entonces, Pedro y yo ensayamos nuestro discurso en silencio y cuando Mario apareció lo olvidamos todo. Entonces fluyó. Pedro le entregó su novela y yo algunos cuentos que había publicado en pequeñas antologías. ¿Quieres ser escritor?, me preguntó. Sí, como él, primero, y como usted después, le dije.
Esa visita fue especial, no solo por la anécdota de hablar de todo con Vargas Llosa durante un tiempo que se volvió interminable, sino porque significó una de las metas pendientes que tuvo Pedro Novoa, aquel escritor que cada vez que nos quedábamos en la oficina de la universidad, escribía como un poseído. Algún día, pronto, una de mis novelas la presentará Mario, me decía, y yo asentía aún sin saber que años más tarde el cáncer se lo llevaría, al igual que a Vargas Llosa, de manera silenciosa.
Todos tienen una foto con Mario Vargas Llosa. Nosotros tenemos una historia.
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