No perdamos el tren
En este caso es literal, y no solo se trata de uno, sino de dos.
A mediados del siglo XIX, el Perú fue uno de los pioneros en Latinoamérica en el desarrollo ferrocarrilero. En la actualidad, el retraso en ferrovías resulta escandaloso y, en gran medida, explica nuestro desastroso paisaje vial y la gigantesca brecha en materia de conectividad urbana y rural. Para remate, el tráfico de Lima, considerado uno de los peores del mundo, hace palidecer a la Calcuta de tantas décadas.
Son muchas las causas que nos han llevado a este descalabro. Empero, entre otras, además de la incuria y la incapacidad estatales, está la absurda y no pocas veces corrupta visión de privilegiar la circulación de colectivos, combis y buses destartalados, en vez del transporte masivo de pasajeros y mercancías en trenes de cercanías y de larga distancia, como existe en España, por citar un ejemplo.
Hoy, tenemos dos oportunidades para empezar a cambiar este panorama de pesadilla. La primera, el Tren de Porky, una factible realidad a corto plazo; y la segunda, a largo plazo, el proyecto de infraestructura llamado Ferrocarril Bioceánico, que correría desde el Brasil hasta llegar al Megapuerto de Chancay. Vayamos por partes y cucharadas.
Del primero, ya llegó un lote parcial de locomotoras y vagones para taparles la boca a los pesimistas, agoreros y demás especies. Cierto que, para que anden por los rieles desde la Estación de Desamparados a Chosica y más adelante al Callao, falta superar pasos técnico-legales que no son imposibles y que requieren del trabajo conjunto público-privado. Pues que coordinen cuanto antes los dos sectores y una recomendación para el empeñoso alcalde metropolitano: una dosis de paciencia con los burócratas y toda su conocida perseverancia. La capital no merece que el indispensable tren se quede un día de más en los almacenes y que los limeños continuemos asfixiados en la infernal Carretera Central.
Sobre lo segundo, las entidades públicas de la superpotencia China y del gigante Brasil se acaban de entender a fin de iniciar los estudios de factibilidad para un ferrocarril con una extensión de 4,500 km y una inversión de hasta US$ 100 mil millones, que unirá un puerto en el océano Atlántico al de Chancay en el Pacífico. Lo que sí sorprende —y mal— es que, por una cuestión elemental de soberanía territorial, Torre Tagle ni esté enterada del asunto y, por supuesto, si nuestro país no es parte de ello, el macroproyecto resulta inviable. A enterarse, pues, señores, y ponerse las pilas ante estas dos repúblicas que tampoco informan, ya que, con la salvaguarda debida de los intereses nacionales, una integración física de esta naturaleza sería fundamental para el desarrollo del Perú. ¡AMÉN!
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