Músicos ad honórem
En Lima y en otras ciudades del Perú, mientras viajas en uno de los buses de transporte público, tienes la oportunidad especial que no la encuentras en otras ciudades: disfrutar de recitales de música en vivo. De pronto sube alguien, guitarra en mano, o en pares y si tienes suerte, grupos completos, y en un par de minutos inician la fiesta, interpretando temas de diferentes géneros musicales del Perú y también música internacional. El escenario se transforma; los viajeros primero ensayan una indiferencia sospechosa para terminar envueltos y disfrutando, porque las miradas y las sonrisas son expresiones que jamás engañan. Es que la música tiene una enorme cuota de aporte a la salud y el estado emocional de la gente, porque la música tiene la magia de desconectarnos de los problemas cotidianos y sobre todo logra sobreponernos al dolor. “La música tiene poder sanador. Tiene la habilidad de sacar a la gente fuera de sí mismas durante unas horas” lo dice Elton John.
Lamentablemente, todo esto que es una fortaleza, es ignorada por quienes son responsables de conducir las ciudades. No se sabe cuántos músicos trabajan en buses y en las calles, cuántas familias dependen de la buena voluntad de la gente. Cuánto bien harían si solo los organizaran para que su trabajo sea una actividad más ordenada.
Potenciar su actividad haría la diferencia: identificarlos, empadronarlos, capacitarlos, entre otras actividades. ¿Se imagina usted, un escenario donde la ciudad los proteja, les brinde, por ejemplo, un seguro de salud? Si hacemos eso, lograríamos conformar, a favor de la ciudad, un verdadero ejército de soldados, armados con guitarras, cajones, quenas, zampoñas, otros instrumentos musicales y muchos solo con su voz. Así, lograríamos construir una dispensa gigante para alimentar al alma de las personas. Al respecto, Bono se refirió genialmente: “La música puede cambiar al mundo porque puede cambiar a las personas”.
Hasta ahora, lo único que hemos hecho como ciudad es ignorarlos, y en algunos casos, ningunearlos y reprimirlos. No sigamos bajando el telón de la indiferencia y aterricemos con acciones concretas esos clichés con los que nos llenamos la boca de que somos un país rico en cultura, en música, etc., etc. Volteemos la mirada para reconocer el enorme trabajo que realizan nuestros músicos en buses y en las calles, no sigamos eternizando en ellos el crudo y duro abandono con el que la ciudad paga a quienes solo ofrecen su talento y su ya envejecida y cicatrizada paciencia.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter e Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.