Modalidad virtual en el pregrado
La Universidad peruana sigue siendo una institución incomprendida, sujeta a las múltiples interpretaciones de los gobiernos de turno, desde aquellas dictaduras que optaron por declarar en “receso” los claustros universitarios, hasta aquellos que impulsaron “reformas” para imponer su propia visión ideologizada de “universidad”. Ha sufrido, por muchas décadas, el dominio del extremismo marxista y luego del terrorismo. Es innegable que su permanente crisis obedece, también, a un conjunto de criterios errados que prevalecen incluso en la visión de los expertos.
En primer lugar, en nuestro país no existen suficientes profesionales que puedan asumir las exigentes labores del profesor universitario. Por tanto, es excesivo el número de universidades públicas, creadas y multiplicadas por intereses políticos subalternos, manipulando el deseo popular de tener una universidad en cada capital de provincia para poder estudiar una carrera, de cualquier manera, sin necesidad de trasladarse. Peor aún, por falta de gestores, las universidades públicas beneficiadas con el canon minero no logran aprovecharlo para elevar su calidad educativa.
Paralelamente, el Estado actúa como “gerente” de las universidades particulares, sin reparar en que no ha logrado dirigir a las universidades públicas hacia su superación, solo se ha esmerado en manipular a sus autoridades con el objeto de construir un nuevo partido de izquierda al servicio de la candidatura presidencial de una autoridad de la UNI. La autonomía universitaria desaparece o reaparece en leyes del Congreso y en sentencias del TC, sin reparar que, por principio constitucional, al Estado le corresponde un rol subsidiario y supervisor de la libre iniciativa privada en todos los sectores económicos, incluida la educación superior. En ese orden de ideas, gran polémica ha causado la prohibición a la virtualidad al 100%, que, en realidad, ya existía en la norma.
En cuanto formación de pregrado, hay exitosos ejemplos internacionales, pero sujetos a la existencia de profesores duchos en las técnicas de aprendizaje virtual, al compromiso genuino de los alumnos por asumir sus obligaciones con responsabilidad, y una cobertura adecuada de internet en los pueblos alejados de las pocas ciudades con dicho servicio. Además, hay profesiones cuya formación está fuertemente condicionada por el contacto personal entre profesor y el alumno, como el caso de Medicina, Odontología y Derecho. Discrepo en consecuencia, que una entidad del Estado determine arbitrariamente un porcentaje obligatorio de presencialidad dentro de la virtualidad, pero también, de la enseñanza virtual en el pregrado, sin que cada institución universitaria se haya asegurado, responsablemente, de ofrecer un servicio de calidad a quien pueda realmente aprovecharlo, en virtud a su madurez y compromiso académico, y acceso a la tecnología necesaria.
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