Mejor cállate
Expresarse libremente y soltar lo que se cree o siente tiene hoy una sanción. Puede ser un mal chiste, la expresión de una idea que rompe esquemas, un sentimiento, una pregunta, un temor, una refutación… No nos referimos a la difamación, que es delito y que el Congreso, mal, busca agravar en sus penas, sino a todo aquello que nos autentifica y que nunca deberíamos esconder.
El muralista José Clemente Orozco dijo sobre la frontalidad: “Lo que vale es el valor de pensar en voz alta, de decir las cosas tal como se sienten en el momento en que se dicen. Ser lo suficientemente temerario para proclamar lo que uno cree que es la verdad”. Discutir sobre cualquier ley de cuotas es hoy problematizar como lo es rechazar la diversidad representativa o el “derecho ganado” de un actor socialmente postergado por su origen para representar lo que históricamente no fue. Tan áspero suena uno cuando defiende a un escritor o deportista “errático” en vida, pero que hizo de su arte excelencia.
“Los malos”, esos que decimos lo que nos sale de los poros para ser vetados, dice que debemos callar por el “buenismo” de los que castigan la obra por su autor. Nos han regulado los chistes (eres excluyente, perverso)… La libre expresión ya no es libre si se morigera, si el temor nos gana, si hasta los ojos que miran a otros ojos son obscenos y pueden ser multados según un cartel colgado en una librería.
Todo se juzga como exceso o maldad, el humor negro comienza a ser cruel (¿No debí decir “humor negro”?) Oponerse al aborto es un “despropósito” y más si eres hombre. Solo hay dos sexos, pero decirlo hiere la ideología de género en todas sus inconsistencias y serás el soldado de la cultura de lo incorrecto.
Sostén tu crítica a que algunas universidades empaqueten el marxismo cultural en su curricula (derecho, literatura, ciencia política, humanidades…) y apenas pasarás por su puerta. ¿Cuánta libertad existe si no tienes un soporte institucional o personal? Hay lisuras que ya no te son permitidas y llegará el momento en el que el puritanismo elimine la semántica sexual, cuando no el sexo.
“Todos los pobres son buenos”, Buñuel implosionaría. Bukowski sería destruido (cuando el mismo tenía el savour faire para destruirse). La revolución de la libertad ocurrirá cuando nos libremos de nuestras cadenas y rompamos las que nos quieran imponer.
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