Mediocridad interminable
Contratar con el Estado es un codiciado botín, donde la honestidad es la excepción a la regla. Si tuviéramos la capacidad de hacer una radiografía de cada empleado público, descubriríamos que en su mayoría son, o muy antiguos y se mantienen en su puesto por mediocres o invisibles, o llegaron por recomendación o tarjetazo, sin contar con las calidades profesionales para ello. El señor Herrera Begazo es uno de muchos. Sorprende que un contador haya sido contratado para brindar “servicios personalísimos” de resolución de conflictos para el Ministerio de Agricultura. Violó abiertamente la ley, omitió no “mintió” respecto de su evidente conflicto de intereses y Martín Vizcarra, su pariente en segundo grado de afinidad, guarda absoluto silencio.
Siempre mira de costado cuando se trata de situaciones incómodas. Como diría Rudyard Kipling: “la verdad no suele gustar a las muchedumbres”; por ello, el señor Vizcarra no parece muy interesado en sacarla a luz, al contrario, desvía la atención y nada más oportuno que un cambio de gabinete, 121 días después de iniciada la pandemia y luego de una infinidad de cuestionamientos a la dañina dupla Zeballos-Zamora. Para aquellos analistas que tratan de encontrar alguna racionalidad y estrategia en el modelo de gobierno de Vizcarra, siento decepcionarlos, es un absoluto improvisado, muy distante a un verdadero estadista, a aquel que sabe distinguir entre lo urgente y lo importante y de fijar los pilares del mañana.
Conociendo la vocación de traidor de Vizcarra (nunca mejor dicho que en boca de Mercedes Aráoz, Caretas 16/07/2020), Pedro Cateriano ha preferido rodearse de gente cercana y amiga, obedientes y leales que le cuiden las espaldas. Ha sacrificado el manejo político por seguridad, ha renunciado a la eficiencia por sobrevivencia. Conocer la práctica del sector público es fundamental para que un ministro logre resultados, sobre todo en tan corto plazo; de lo contrario, los mandos medios te comen vivo, te ponen en la mecedora. La triste realidad es que generalmente ellos mandan.
El caso de Patricia Donayre en el MIDIS es incomprensible. Ha acumulado infinita experiencia pero como candidata al Congreso desde sus múltiples opciones políticas. Salvo un efímero ejercicio parlamentario del 2000 al 2001, recién logró regresar en el 2016 con FP, la vía más fácil y rápida para finalmente alcanzar una curul. No sabe lidiar con un Estado complicado y lleno de trabas. No nos podemos dar el lujo que este último año de gobierno sea uno de aprendizaje para la señora Donayre, con más de 40% de anemia en nuestra infancia y con 1.5M de hogares vulnerables que hacen equilibrismo en esa tenue línea gris que los separa de la pobreza.
En política es difícil recuperar la credibilidad cuando se ha falseado una y otra vez la palabra, que a la postre es la herramienta de trabajo de quien detenta el poder. Bien señala el psicólogo social francés Gustave Le Bon en su obra Psicología de las masas: “Uno de los hábitos más peligrosos de los políticos mediocres es prometer lo que saben que no pueden cumplir”. Es como si hubiera pensado en Martín Vizcarra al escribirlo.