Más allá de derechas e izquierdas
O eres de derecha o eres de izquierda. La situación es complicada, sobre todo, para quienes no se ubican en alguna posición o simplemente no lo tienen claro. La imposición se nutre de esos vacíos y aprovecha el momento para reclutarlos, porque, después de todo, la no aceptación de los términos deja a los sujetos en una situación de orfandad política. Por ello, a pesar de que algunos se sientan ajenos a temas políticos, terminan aceptando caminar hacia la izquierda o hacia la derecha, aunque no necesariamente sepan lo que ello significa más allá de un nombre o una asignación prejuiciosa de calificativos para cualquiera de los lados.
Cuenta la historia que en agosto de 1789 la Asamblea Constituyente de Francia buscaba decidir sobre el poder que debería tener el rey Luis XVI. La cuestión se sometió a votación y entre los que iban a tomar dicha decisión se encontraban quienes eran seguidores de la Corona y quienes buscaban la revolución, el cambio. El presidente del organismo se había ubicado al centro y, a ambos lados, se colocaron sillas. Para evitar mayores problemas, cada grupo se ubicó en un lado: en la derecha se sentó el grupo conservador, quienes procuraban que el rey mantenga su poder, y, en la izquierda, los revolucionarios, quienes exigían un cambio de orden radical.
El momento fue tenso. Según se documenta en el Senado francés, la votación favoreció a los de la izquierda con 673 votos frente a los 235 votos de la derecha. Fue el primer gran triunfo frente al poder de la Monarquía. Y, precisamente, dicha votación determinaría el camino de la Revolución Francesa. Más adelante, muy a pesar del hecho que originó las posiciones, las ubicaciones se mantuvieron, entonces los espacios terminaron adoptando ideas, pensamientos, formas de actuar y, por qué no, prejuicios.
Los opuestos binarios sobreviven a pesar del tiempo y a pesar de los intentos de unificación y armonía. La oposición de fuerzas a veces es necesaria, claro que sí, pero cuando se transgrede la línea del respeto por el otro, la ofensa, la mentira, el engaño, entonces se pierde todo intento de diálogo y de apertura. Los opuestos terminan siendo no solo antípodas, sino además enemigos. Por ello, más allá de ser de derecha o izquierda, lo importante es buscar el bien común, uno que no nos polarice y permita respetarnos, a pesar de los prejuicios.
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