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Maestro universitario

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Fecha Publicación: 11/07/2024 - 21:20
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Cuando ingresé a la universidad tenía 16 años y la primera impresión que recuerdo fue el pasillo inundado de estudiantes, incluso más que en los salones de clase. Era paradójico, porque no había sido fácil postular a una universidad pública ni mucho menos sobrellevarla en medio de una situación política convulsionada. Los primeros años, cuando apenas aprendíamos a sentirnos mayores, eran tiempos donde se gestaba la Marcha de los 4 suyos, con un Toledo que nos hizo creer en un líder moderno, una especie de Inkarri que nos permitiría despertar del sueño. Lamentablemente, el tiempo no nos dio la razón, pero ese es otro tema mucho más complejo y desesperanzador.

En aquellos años descubrimos a un profesor que luego sería un aliado en la lucha de esos jóvenes envalentonados. Llegaba a clase siempre temprano y procuraba no mezclar sus apetencias políticas con las clases de literatura. Era dos personas al mismo tiempo, pero en dos momentos distintos. Y, a pesar de esa dualidad, nunca dejaba de ser maestro. Pocos habían tenido el atrevimiento de lograr que enfrentemos nuestros demonios, y no solo los literarios, sino los personales, esos que son mucho más peligrosos y que nos carcomen cuando no sabemos aquietarlos. Incluso aprendimos más allá de las clases de las tardes. Los debates más encendidos los desatábamos unos cuadras más allá, en un bar que habíamos apodado Bigote, por el dueño del local. Fue ahí, precisamente, donde comprendimos que la universidad no se restringía a esos muros de concreto, sino que invadía otros espacios, incluso los menos convencionales. Y era en esos lugares donde terminábamos aprendiendo mucho más.

En esos años no se había instaurado el 11 de julio como Día del Docente Universitario, celebración que tuvo que esperar hasta el 2009. Hubiera sido bueno reconocer a ese maestro que nos enseñó tantas cosas en tan poco tiempo y que, además, inspiró que alguna vez pensara en retornar a las aulas universitarias, pero desde la otra orilla, como profesor. Años después, cuando inicié las primeras clases como docente universitario, pensé que un buen homenaje sería resignificar la educación superior con maestros como él y, para ello, tenía que convertirme en uno de ellos. No sé si en todo este tiempo haya logrado al menos un poco de esa enorme responsabilidad. Es complejo. Siempre hay mucho por aprender, como la primera vez que miramos los pasillos inundados de estudiantes, pero esta vez sí tenemos que situarnos dentro de las aulas y, claro, desde ahí caminar siempre un poco más allá.

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