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Los presidentes en sus laberintos

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Fecha Publicación: 21/03/2024 - 21:40
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Hace poco más de treinta años, García Márquez nos dejó una novela histórica fabulosa. El general en su laberinto (1989) recrea los últimos días de uno de los líderes más recordados de los procesos de la independencia, Simón Bolívar. En la novela se relata el viaje que protagoniza Bolívar desde Bogotá hasta las costas colombianas para luego pretender enrumbar hacia Europa, donde podría exiliarse. Los últimos días del Libertador se convierten en un ejercicio propio de la memoria.

Dentro de todo el relato, lo curioso es que el desarrollo de la novela descubre a otro Bolívar, no el héroe que hemos conocido en los libros de historia, sino a un sujeto débil, enfermo, viejo, que apenas se apoya en sus recuerdos para no dejar de vivir esa imagen heroica que ahora parece tan lejana. Se descubre, entonces, un nuevo Bolívar, una nueva mirada de sus últimos años. Así le llega la muerte, muy débil y enfermo, en medio de la pobreza.
En nuestro contexto, los últimos presidentes que hemos tenido se asemejan a ese Libertador de la novela de García Márquez. Todos ellos desdibujaron poco a poco aquella primera imagen de héroes que en algún momento significaron un golpe de cambio o, al menos, una esperanza. Y terminaron mal, por cierto. Se convirtieron en una especie de caricatura de Bolívar en sus mejores épocas, pero que no duró lo suficiente para consagrar el acto heroico y hacer historia como hubiésemos querido. Incluso, muchos no solo trazaron un destino agitado y convulsionado, sino que además terminaron en la cárcel acusados de corrupción.

Hay una frase popular que señala que el pueblo tiene los gobernantes que merece. Es una afirmación muy compleja y, sobre todo, polémica. Los últimos presidentes que hemos tenido, así como el personaje del libro de García Márquez, han tenido un desarrollo muy particular: envejecieron, se debilitaron y comenzaron a vivir solo en los recuerdos que lo pudieron erigir como un héroe o una esperanza de cambio. Sin embargo, lo único que cambió fue el tiempo, aunque los rostros sigan siendo los mismos. En la novela, la puerta para salir del laberinto era la independencia, que se consolidaría por medio de la unidad de las cinco naciones liberadas, pero debido a guerras internas, al egoísmo y el orgullo, les hacía permanecer en ello. En nuestro contexto, esos personajes caricaturizados se eternizaron en su propio laberinto y decidieron no salir de él.

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