Los otros
La diferencia entre la empatía y el narcisismo es de extensión. El empático se coloca en la piel del otro y propende a amar, se extiende. El narcisista se encierra en su propio amor. Del narcisismo no puede nacer la compasión ni la ofrenda.
Curiosamente y sea cual sea la etapa de la vida, todos hemos cavado sobre tierra por vínculos que no se forjaron y que, por inercia, nos llevaron al lugar más seguro donde podíamos ver: el espejo interior. Narciso se enamora de su imagen no por vanidad sino porque sin su imagen solo existe la dolorosa precipitación. La empatía nos redime de ese pequeño espacio donde solo nosotros podríamos caber ¿Cómo ser empáticos? Cuando nos comprometemos con “el otro” somos empáticos, cuando el sacrificio carece de salvedad y, sobre todo, cuando transferimos la imagen de nuestro propio dolor, identificándolo con el del otro, pero el dolor ajeno no siempre está entre nuestras prioridades.
¿Se aprende a ser empáticos? Solo superando el narcisismo y la singularidad podemos tocar el nervio ajeno, sentirlo nuestro, que es una forma de amar. En un mundo de proyectos propios, el mal del otro nos suele ser indiferente. La muerte, la enfermedad, la soledad, el temor, son solo términos vacíos que el espejo nos impide ver. Para mirar basta nuestro rostro.
Según el New York Times, en 2013 un equipo de investigadores del New School for Social Research de Nueva York publicó un estudio para relacionar la lectura de novelas con la empatía. En el experimento se separó a los participantes en grupos lectores y no lectores a lo que siguió un test que permitía a los científicos dilucidar si las tragedias y padecimientos ficticios habían operado sobre los elegidos para la experiencia ¿Los lectores de novelas podían comprender ideas y sentir emociones ajenas solo leyendo historias?
“Los resultados fueron significativos”, dice la nota. Los no lectores o lectores de diarios o ensayos no mostraron empatía alguna, seguían encerrados en su mundo. Por el contrario, los lectores de novelas empezaron a comprender los sentimientos y razonamientos ajenos, se volvieron más empáticos y su capacidad de amar o compadecer creció.
Todos tenemos ese campo experimental al margen de la ficción, en la realidad, en los males y desgracias circundantes; pero no sabemos ver, porque solo miramos hacia dentro, donde habita ese recurrente y reluciente espejo que nos ciega y nos aleja de los demás.