Los movimientos «políticos» electorales
Partiendo de la premisa que debe fortalecerse la democracia para frenar los populismos que tienden a ejercer el poder de forma autoritaria, imponiendo su voluntad y vaciando de verdadera política la gestión estatal, afirmamos que la única forma de democracia que ha tenido verdadero éxito en Occidente es la democracia representativa, aquella que se desarrolla a través de organizaciones políticas permanentes y programáticas, que intermedian intereses y tendencias existentes en toda sociedad libre, de forma coherente con su perspectiva ideológica.
Eso implica la necesidad de partidos políticos, que son agrupaciones jerarquizadas que constituyen la oferta electoral programática y permanente, garantizando con su “marca” la probidad y preparación de sus candidatos a los cargos de elección popular, cuya formación política siempre tendrá relación directa al nivel de consolidación del sistema de partidos en un país determinado. El desorden que hoy vivimos se debe precisamente a que, maliciosamente, se ha torpedeado el régimen político debilitando a los partidos, pues el vacío que su ausencia crea, fue y es aprovechado por gobernantes autoritarios, grandes empresas de comunicación y aquellas organizaciones de la denominada sociedad civil expertas en captar cooperación internacional para influir decisivamente en políticas públicas sin asumir responsabilidad ni someterse al control ciudadano.
No es casual entonces que la actual Constitución equivocadamente equipare en su artículo 35 a los partidos con los movimientos “políticos”, cuando éstos son agrupaciones electorales temporales de inspiración individualista, que una vez incorporadas a los procesos electorales no ofrecen garantía alguna por la calidad de sus candidatos, los que llenan año a año las crónicas policiales y judiciales con verdaderos casos de corrupción, en perjuicio de las mal llamadas regiones, reiteradamente afectadas por la altísima criminalidad de caciques oportunistas.
Pero el daño es mayor aún. Como es mucho más fácil reunir los escasos requisitos para formar un movimiento independiente que militar disciplinadamente y competir con otros aspirantes al interior de un partido político, muchos dirigentes regionales y provinciales han abandonado o abandonarán su organización partidaria restándole proyección nacional, por lo que los antiguos y nuevos partidos políticos solo podrán presentar candidaturas de personas sin la debida formación ni experiencia política, multiplicándose la oferta electoral desprovista de calidad, fruto del reclutamiento apresurado. La experiencia partidaria nos informa que multitudes de aventureros y advenedizos siempre buscarán acercarse a la política, en todos los países y en todas las épocas, pero solo los partidos políticos sólidos y bien organizados logran detectarlos durante el ejercicio de su interesada militancia, reduciendo el riesgo del elegir gobernantes locales y nacionales con mayor vocación de pirata, que de servidor público.
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