Los costosos caprichos de la princesa
No hay nada peor para un país que ha perdido toda velocidad de crecimiento, que el falso triunfalismo. El BCRP ha anunciado que la estimación de la inflación se encuentra en el rango meta de entre 1% a 3%, con varios analistas económicos que fungen de corifeos, sin embargo, son incapaces de reconocer que lamentablemente se está controlando por la evidente recesión, esa palabrita que le causa pavor al MEF, aunada a la debilidad del empleo. No pueden ser tan ligeros, la inflación es el impuesto de los pobres y la realidad es que a 1.7 millones de limeños no le alcanzan los ingresos para cubrir una canasta familiar de S/ 417. Los alimentos esenciales siguen inalcanzables y determinan que el hambre, la anemia y las altas tasas de desnutrición no cedan. La mayoría de la PEA se encuentra en situación de subempleo, y cada vez hay menos ahorros. Desde el COVID nos lo hemos consumido todo, incluyendo AFP, CTS, así como los subsidios estatales.
Somos importadores de trigo y maíz duro y el resultado de la campaña agrícola ha sido inferior a lo esperado, por la incertidumbre del FEN y una severa deficiencia hídrica en la Sierra, que hoy también está afectando a Arequipa, resultado del cambio climático con el que los agricultores van a tener que aprender a convivir y que se suma a sus eternas penurias de falta de recursos, tecnología y pesticidas.
Desafortunadamente no es un tema que interese mucho a la prensa, todos sabemos que esas miserias ni venden ni dan rating, tristemente la telenovela política es más cautivadora y hoy el gran corrupto Martín Vizcarra ocupa toda la atención mediática.
El MEF hace malabares para recuperar la alicaída recaudación (-12.3% en el 2023) que lo lleva a cometer torpezas como subir el ISC en época de recesión, medida impopular que mella la confianza y que perjudicará a las micro y pequeñas empresas como bodegas y restaurantes.
¿Necesitamos más dinero? La minería es la actividad más rentable del país, pero carece del apoyo que se merece. El REINFO es un fracaso y se ha convertido en el mayor blindaje de informales, orquestado por una repudiable hampa congresal. Se producen más de un millón de onzas de oro al año al margen de la legalidad, por una suma de US$2,000M, equivalente al 2% del PBI.
Según un informe de Bloomberg, el suministro global de cobre refinado aumentará en 16% entre el 2022 y 2040, sobre la base de un escenario óptimo de producción y entregas oportunas, pero aun así será insuficiente, habrá una escasez de 6M de toneladas. Y ¿qué está haciendo el Perú para capitalizar esta magnífica oportunidad? Jugando en contra de sus propios intereses, manteniendo al que quizás sea el peor ministro de Energía y Minas de la historia, en una cartera que, hoy más que nunca, resulta esencial. Un costosísimo capricho de la princesa.
En el 2023 la producción de cobre creció gracias al aporte de Quellaveco y Las Bambas que estuvo trabajando a plena capacidad, pero la inversión cayó en 14% y es ahí donde se ve el pobrísimo papel que juega el gobierno en la promoción minera.
No podemos caer derrotados ante aquellos que califican a Tía María de “políticamente inviable”. Tiene que darse una norma muy valiente que declare el desarrollo de la minería como de interés nacional, acompañada de un marco legal que realmente impulse la inversión. Ya no basta reducir el número de permisos o dotarlos de mayor predictibilidad, se requiere un cambio de visión y prioridades. El Perú juega un rol primordial en la transición energética pero ya estamos en tercer lugar como productores de cobre, después de Chile y la RD del Congo. Los inversionistas no esperan, el momento y la urgencia es ahora.
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