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Locutor tartamudo

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Fecha Publicación: 24/07/2023 - 21:30
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Manuel Gago publica una novela titulada “El locutor tartamudo” (Lancom, 2023), la que esta noche (domingo 23) me tocará presentar en la FIL. A veces ocurre que escribimos sobre hechos futuros y probables, los que en su incertidumbre llaman a la tragicomedia. ¿Y qué tal si entro en la paradoja de presentar la obra y tartamudeo por temor?

Como fuera, la novela de Gago se puede leer de un tirón porque divierte e ilustra. Nace de la tarea de hacer un guion y concluye con una historia que trata del espíritu revolucionario del APRA inicial y el entusiasmo idealista de sus jóvenes.

Juan es el joven protagonista que goza las comodidades del puesto de su padre en una petrolera en Piura, pero los padres deciden enviar al hijo a Huancayo, a la Universidad Comunal. Juan se matricula en Agronomía.

Todo joven idealista aspira a un destino heroico, el de Juan se enciende cuando decide ser un estudiante aprista. Escribe el autor: “Durante el día estudia sobre cultivos y producción agrícola. En las noches aprende política, filosofía, economía, lógica y ética en la universidad popular del partido aprista. Para él, las lecciones del aprismo enseñan más que la universidad”.

Pero la historia también es de desencantos, y aquí uno: “Prado ganó las elecciones de 1956 con el voto aprista”. Juan va perdiendo la moral, intenta entusiasmarse con el socialismo cubano, pero la vuelta es solo una aventura. Sienta raíces, elige esposa y procrea. Uno de los sucesos más significativos es su accidente en la carretera y el golpe que le afecta el cerebro, de allí la tartamudez. Gago lo cuenta breve, pero es todo un símbolo.

Juan vuelve al periodismo siendo un tartamudo. Repite trabalenguas para mejorar su dicción, para apaciguar su trastorno. El autor nos muestra una metáfora: Juan pudo ser un héroe y enfrentarse al terrorismo de los 90, pero el temor le gana. Pudo haber sido un político, un opositor iracundo, un mesías, una leyenda parlamentaria, pero desistió. En el proceso de desencantamiento Juan comienza a vivir atragantado, es un locutor atragantado. El tartamudeo no es sino atragantamiento.

Ribeyro nos plantea una tarea, que es también premonición: “A veces pienso que podría hacer temblar el mundo si, liberándome de las ataduras, escribiera brutalmente. Pero me detiene el pudor (…). Sin embargo, un día llegaré a tal grado de comprensión que estallarán mis ligamentos y saldrán disparadas mis palabras como piedras”.

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