Lo menos peor (II)
Desde 1990 nunca hemos votado por el fujimorismo y ello lo hemos afirmado y escrito con motivo de cada proceso electoral en distintos diarios y hoy en EXPRESO gracias a su emblemático pluralismo periodístico. Tan pronto apareció el patriarca Fujimori en el escenario político tuvimos claro, dado sus antecedentes personales y la simbiosis con el siniestro Montesinos, que tarde o temprano traería la debacle de la institucionalidad democrática en el país generando, simultáneamente, una reacción antifujimorista que, por dos veces, ya ha impedido el triunfo de la heredera Fujimori en la segunda vuelta presidencial.
En lo personal, este rechazo se alimentó aún más cuando por esos caminos inescrutables que terminamos recorriendo tuvimos la oportunidad de conocer de cerca el suplicio que vivió la ex primera dama Susana Higuchi y luego cuando por ocupar el cargo de ministro de Justicia participamos activamente en el diseño de la estrategia legal y la elaboración de los cuadernillos de extradición para la exitosa entrega y procesamiento del expresidente Fujimori detenido en Chile después de un rocambolesco viaje desde su refugio japonés. Vale agregar que esta agitada experiencia ministerial nos costaría años después una aberrante denuncia constitucional promovida en el gobierno siguiente por parlamentarios del aprofujimorismo.
Razones tenemos para cultivar esta antipatía y la sostendríamos si no fuese porque el insólito ballotage derivado de la primera vuelta pone ahora a la Nación en la disyuntiva de elegir entre la hija del patriarca preso por sus fechorías –y que también tiene sus propios anticuchos- y el candidato de la izquierda radical, marxista-leninista y emparentado con el Movadef la nueva cara del senderismo terrorista y, por si ello no bastara, un improvisado y felón capaz de cambiar y maquillar el plan de gobierno cuantas veces sea necesario y de jurar lo que fuere para después abjurar y llevar a la ruina al Perú.
Ante esta amenaza, no es admisible escudarnos en el antifujimorismo sino, más bien, elegir lo menos malo para garantizar la vigencia del Estado Democrático y Social de Derecho que nos rige exigiendo y haciendo cumplir a Keiko III los cambios y demandas insatisfechos que clama la población peruana. ¡AMÉN!
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