Liderando el ánimo
Me tocó asistir al economista Roberto Abusada en la confección de su libro El futuro esquivo. Percibí que la economía tiene mucho de psicología. Me permitió escribir el prólogo, donde analicé sus argumentos y concluí que el pesimismo echa a perder la economía. La confianza del líder es fundamental. El buen gobernante transmite optimismo, no sensación de caída o parálisis.
“¡Ánimo!” debe ser el lema o el grito de guerra de todo líder. Escribí en el prólogo del buen libro de Abusada: “Un modelo económico de libre empresa requiere de un liderazgo anímico, de uno que estimula a crear, emprender y creer. No hay progreso sin fe”. En otro tramo: “Cada año que transcurría hasta 2020 se registraba una corriente de pesimismo desde Palacio”. Desde luego, la pandemia nos tornó en pesimistas a todos y la nueva peste, Pedro Castillo, espantó y deshizo la visión de futuro que aún podíamos poseer tras lo que debía ser la recuperación postpandemia.
Si nos remitimos al liderazgo anímico, justo es mencionar a Roosevelt, Kubitschek o Fernando Belaunde, que trazaron la conquista de la geografía, levantaron ciudades y trabajaron sobre el orgullo nacional. Roosevelt le dio a conocer a su gente la sustancia de un líder que reclamaba “fe” y energía colectiva para darle vuelta a la crisis. Tanto Trump como Milei se refieren a la grandeza de pueblos que se erigieron como modelos para caer en el decadentismo. “Volver a ser grandes” es la promesa de Basadre.
La grandeza peruana se sintetiza en devolverle el orgullo a la gente y que no sean etnonacionalistas furibundos quienes se apropien del nacionalismo con ideas peligrosas. En “Fernando Belaunde, pensamiento vivo” (Premio Nacional de ensayo), retraté el orgullo por lo peruano, que en el liberalismo es el rudo emprendimiento individual que conduce a la riqueza nacional. Como nuestros antiguos: “El Inca trazó largos caminos, vías longitudinales que sirvieron para delinear la corriente sanguínea de su imperio, hirió los valles con zanjas y erigió tapias, invadiendo el arenal. Perforó las mesetas y los ascensos con hincados de estacas y cordeles. Desafió, enhiesto, con sus vías a los más ásperos accidentes. Excedió a la obra romana de caminos”.
No tiene que ser Garcilaso quien nos redescubra lejos ni fanáticos nacionalistas que amenacen con paredones, sino líderes que nos devuelvan la fe porque el Perú es único, signado por esa grandeza histórica a la que debemos tornar los pasos.
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