León XIV, un nombre con historia
Y bueno, mejor no pudo ser la elección del Sumo Pontífice. Fallecido Francisco, surgieron algunos nombres que se voceaban para sucederlo, entre ellos algunos conservadores, otros no tanto, pero al final prevaleció —en un cónclave relativamente corto— el que fuera obispo de Chiclayo, Perú (2015-2023), el cardenal norteamericano nacionalizado peruano Robert Francis Prevost.
Un hombre moderado, cauto, carismático, conciliador y tradicionalista. No en vano apareció en el balcón —en su primera salida luego de la elección— ataviado con el ropaje propio de quien ostenta dicha dignidad (Francisco había prescindido de ella), adoptando además el nombre de León XIV, en homenaje y continuidad a uno de los papas más longevos e importantes de los últimos tiempos: León XIII. Un claro reconocimiento a quien se le debe una de las más importantes reformas de la Iglesia católica, enfrentándose a la masonería y a la entonces muy popular y atractiva ideología socialista.
León XIII, quien fuera papa desde 1878 hasta su muerte en 1903, tuvo varias encíclicas donde desarrolló un singular y muy poderoso pensamiento acorde a sus tiempos, dotando a la Iglesia de un contenido social muy cercano al pueblo y como respuesta a los embates de quienes pretendían desviar al Vaticano del cauce religioso que debía ser fortalecido. En ese orden de ideas, fue un custodio de la fe cristiana, pues jamás se apartó de la doctrina católica.
León XIII nos legó su encíclica “Aeterni Patris” (Del eterno Padre) de 1879, donde reforzó la conciliación entre la fe y la ciencia, recogiendo los postulados de Santo Tomás de Aquino. Luego, en su encíclica “Rerum Novarum” (De las cosas nuevas) de 1891, nos alertó de la situación de los obreros; exponiendo la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión social, exaltando la nobleza del trabajo humano, abogando por un salario justo y digno, y sobre todo elogiando a la libre empresa.
Espiritualmente, León XIII consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesucristo en 1899 en un acto al que él mismo llamó: “el mayor acto de mi pontificado”.
Por tanto, fue un baluarte del tradicionalismo; así, el nombre que ha adoptado León XIV tiene un particular significado, muy alejado de quienes hoy pretenden mostrarlo como un activista del progresismo y absolutamente de los ateos y agnósticos. Claro está que no es un conservador, los tiempos no dan para ello, pero tampoco es un Pontífice liberal que va a alentar las corrientes “innovadoras” que se orientan a despojar a nuestra Iglesia del verdadero sentir del cristianismo.
Hay varios pronunciamientos del entonces monseñor Prevost en defensa de la familia tradicional, objetando el absurdo e incesante deseo de sexualizar la vida de la feligresía y, sobre todo, su apoyo irrestricto a la vida humana.
León XIV es un hombre de 69 años, una edad relativamente joven para ser Papa, claro está. Por tanto, se espera un papado largo y fructífero, uno que con toda seguridad será iluminado por Dios Padre. Amén.
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