Las noticias falsas
Esta semana las redes sociales cobijaron y difundieron con la rapidez que solo ellas son capaces, lo que en el mundo de las comunicaciones modernas se conoce como fake news o “noticia falsa” y que involucraba a una alta dirigente política y actual congresista presentándola como paciente de una enfermedad mental. Ella misma se encargó de desmentirla. No podemos saber cuánto daño ocasionó este hecho en su víctima, pero que se convirtió en viral fue una realidad.
Vivimos en épocas del uso masivo de las nuevas tecnologías de comunicación y, lamentablemente, formamos parte de un nuevo tipo de comunicación en el que la existencia de la verdad casi no cuenta, mayormente. Los contenidos que se difunden a través de las redes sociales no se contrastan con los hechos, no se sujetan a los cánones de una verdad que los periodistas, en otras épocas, hubieran exigido con firmeza y rigor. Ahora, todo es diferente. Somos víctimas de las ligerezas que se trasmiten como si fueran verdades, que sólo tienen el propósito de desinformar o distorsionar los hechos, según los intereses personales de quienes las difunden o comparten.
Navegar por Internet tiene sus riesgos, si no lo sabemos usar. Encontramos, en apariencia, abundante material informativo, al que debemos seguir con sumo cuidado. Es muy difícil controlar lo que se dice en redes, por lo que debemos aprender a cuidarnos de los que podrían ser sus falsedades. En este nuevo universo tenemos que aprender a caminar con más cuidado, desconfiando de lo que encontremos si es que no queremos caer en la manipulación de falsas noticias. Esto no es privativo de nosotros. Es una realidad universal, que desborda todas nuestras fronteras. Debemos evitar formarnos opinión sólo guiados por los tuits o lo que se difunda en otras redes, puesto que si lo hacemos estamos ingresando al riesgoso camino de la irrealidad.
No olvidemos que el objetivo de la posverdad es capturar nuestro cerebro para enredarlo todo y confundir los hechos, utilizando nuestros instintos básicos, reducido en extremo a ser sólo consumidores de contenidos adulterados a los que terminamos dándoles credibilidad.
El concepto mismo de la comunicación ha cambiado en estos tiempos de globalización y uso indiscriminado de las redes sociales. Casi es una palabra vacía y sin mucho contenido. Ahora, es más un producto de entretenimiento que sirve para distraer a la gente, para que ella vea lo fatuo, lo superficial, lo gracioso de los hechos. No sirve para inducir a la reflexión y menos para pensar. En este contexto, la comunicación tiene su propio manejo más liviano y menos conceptuoso que hace algunas décadas. Y la verdad, valor tan acariciado por los periodistas, se ha tornado una necesidad casi distante.
La verdad del periodista tiene que ser completa, seria y rigurosa. Tiene que explorar todas las aristas de un hecho como el quién, el dónde, el para qué, el cuándo, el cómo, etcétera. Las que difunden las personas a través de redes no necesariamente presentan estas características. Sólo obedecen a impulsos, a intuiciones, a deseos, todos ellos subjetivos. Es lo que hace daño, es lo que terminamos consumiendo con facilidad y repitiendo, que es lo más grave. Es tiempo de que asumamos una actitud más crítica sobre los contenidos que nos llegan a través de estas redes, a las que debemos tratar con sumo cuidado.
PD. A propósito, el señor Walter Albán, a quien no conozco, el viernes pasado en un canal de televisión mientras lo entrevistaban, tuvo expresiones inadecuadas hacia mi persona, las cuales rechazo enérgicamente. Hare valer mi derecho en defensa de mi honor y buena reputación.
Juez Supremo