La turba no manda
Criticar a los políticos es un antiguo y saludable ejercicio, pero el rechazo creciente de la ciudadanía a sus autoridades es muy preocupante. La situación está cada día más álgida: nos encontramos en un callejón sin salida. Hay un perverso entrampamiento entre una presidenta que quisiera quedarse hasta el 2026 -como corresponde constitucionalmente- pero que decidió solicitar un adelanto de elecciones con el propósito de desinflar las iras violentistas de un grupúsculo de terroristas desadaptados, sin éxito. Y un Congreso que, por sueldo, prebendas o principios (hay que darles el beneficio de la duda) no se quiere ir. Posiciones polarizadas y muchísimos proyectos de ley con el único propósito de ganar tiempo.
Mientras intentan el acuerdo imposible, somos petrificados testigos de un fanatismo –absolutamente inducido por el mundo de mentiras creado por la Izquierda– que se traduce en alterados discursos pretendiendo tomar los puntos de abastecimiento de agua y energía eléctrica en Lima, o exclamando que no importa el costo en vidas humanas si se consigue el cambio de la Constitución. No son anónimos, la prensa y las redes sociales les dan pantalla, ya deberían estar tras las rejas, que es el mayor disuasivo de toda esa bravuconería. Son unos mal pagados mercenarios de la violencia cuya única misión es transmitir mensajes de odio y generar caos. No tienen la capacidad de medir las consecuencias de sus actos ni de caer en cuenta que son absolutamente descartables, apoyando una causa que atenta contra sus propios intereses.
La única alternativa es que Boluarte imponga el principio de autoridad. El estado de emergencia no es suficiente, tiene que ir acompañado de toque de queda en todas las regiones afectadas –no solo Puno- y el despliegue del Ejército para apoyar a la PNP y evitar el boqueo de carreteras, la fuente del mayor daño a nuestra economía.
Lamentablemente, hoy la renuncia de Dina podría percibirse como un signo de debilidad, empero si no está dispuesta a poner mano dura aplicando las prerrogativas constitucionales, mejor es que dé un paso al costado, que asuma Williams y convoque a elecciones presidenciales.
El capítulo Merino no puede ni debe repetirse. Hay que neutralizar a los medios de prensa que lo provocaron y ser muy activos en las redes sociales para desmentir las patrañas. Indispensable combatir el exhibicionismo digital de los dignos que promueven violencia desde la comodidad de su casa.
Sabemos que en el Perú la verdad está devaluada y que ello permite que ciertos medios quebrados se vendan al mejor postor, pero no es admisible que la más importante emisora radial del país llame “manifestaciones sociales” a claros actos de terrorismo con fines políticos ni tampoco que el propio gobierno se dispare en los pies. Después de mucha presión sacan al activista Carlos Cornejo de IRTP para reemplazarlo por Carlos Fonseca, exproductor de Canal N y mano derecha de la nefasta Clara Elvira Ospina, grandes culpables de la manipulación política del país.
Los problemas del Perú están sobrediagnosticados y son tan abruadores y complejos que sentimos que ningún esfuerzo humano podrá hacerles frente. Grave error, no podemos ser derrotistas. La educación es clave para empezar a resolverlos. En ese sentido, un importante primer paso sería que las mineras, en coordinación con Minedu, asuman el control de la educación escolar y técnica en las zonas de influencia de sus proyectos. Capacitar a los jóvenes para darles empleabilidad y volverlos aliados en la generación de riqueza.
¿Cuesta? ¡Todo cuesta! Pero muchísimo menos que tener un país descarrilado y sin rumbo. Tienen que meterse la mano al bolsillo para ello y para todo aquello que permita rescatar la verdad, piedra angular de toda democracia.