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La soledad de Juan Gonzalo Rose

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Fecha Publicación: 22/03/2019 - 21:00
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Metro de Lima, estación El Ángel. Fui el único que descendí, parecía construida solo para mí. El ruido del tren desaparecía haciéndome sentir aún más solitario. El lento descenso por las escaleras anunciaba que debía apresurarme.   Mis pasos provocaban ecos que alma alguno prestaba atención.  De pronto fui asediado por desentonadas voces “A Cinco soles caserito” me ofrecían ramos de agonizantes flores. Tomé un ramo de rosas repentinas, por su rojo moribundo.

Las anchas puertas del cementerio parecían sonreírme al verme ingresar.  Caminé y caminé entre desolados pabellones. Divisé algunos nichos con puertas caídas, otros oxidados por el olvido, otros con flores de indiferentes plásticos desteñidos, más allá algunos con flores llenas de nostalgia que parecían resignadas a perder su fragancia y color y,  en la otra esquina,  algunos cuyas flores intentaban sobrevivir y clamaban auxilio. Seguí mi camino, me crucé con los cuarteleros cargados de escaleras pintadas en melancólico verde, las que aparentaban danzar coqueteándome con elegancia. Sonreí, seguí caminando.  Al rato me sentí extraviado, fui uno más de las desesperadas almas.

Finalmente llegué al pabellón Santa Gladys, Nicho 22D: ahí estás Juan Gonzalo, envuelto en duro polvo hecho olvido; ahí estás, esperando que alguien encienda un cerillo o te invite un cigarrillo; ahí estás, con tus vecinos, con los que brindas día a día la indiferencia que brilla intenso; ahí estás,  esperando que las noches sean interminables; ahí estás, frente al mar de la amnesia, frente al mar que se ha retirado para dejar vivir las solitarias lápidas que te acompañan; ahí estás impaciente, observando que algún día entendamos que el pan pueda fácilmente partirse en dos para salir a pasear por las calles de Lima y disfrutar la risa de Mamá. Ahí estás anunciando que “Tu voz, tu voz, tu voz/Tu voz existe/Tu voz, tu larga voz/Tu voz persiste”. Juan Gonzalo, te escribo para que nadie se entere que sigues ahí desde el 12 de abril de 1983, con tus poemas y tus canciones. Sé que sigues esperando el siguiente día porque hoy tampoco nadie vendrá.