La patria de Omar Lara
Omar Lara fue un vallejiano en cuerpo y alma. Fuera de los linderos del Perú, mostrando su respeto y admiración por nuestro vate, fundó el Grupo Trilce, de poesía, y la revista de literatura Trilce. Cuando conocí su poesía, sus versos se mezclaron de inmediato con las hebras más sensibles de mi corazón. Recuerdo que quedé prendido de su poema Pequeña serpiente: “Mi serpiente coral / te confieso: nunca creí en tu veneno / mi pequeña serpiente”, escrita subliminalmente para quienes años atrás lo habían encarcelado. No recuerdo bien de manos de quién recibí su poemario “Serpientes, habitantes y otros bichos” pero le estoy eternamente agradecido. Omar Lara siempre estuvo vinculado con el Perú, nuestro país fue su primer destino del exilio, luego continuó la ruta hacia Rumanía. Por donde iba se sentía en casa: “Donde se está bien, allí está la patria”, dijo, inmortalizando el hermoso verso, como todo errante agradecido porque supo hacerse querer.
El 2014, por invitación del poeta Harold Alva, vuelve al Perú para ser homenajeado en el Festival Internacional Primavera Poética y el 2017 nos abrazamos nuevamente en Lima, donde siempre se sentía en casa. El 2019, en Ayacucho, nos regaló varios recitales. Allí, paseó su obra con la humildad de los que trajinan por espinosas sendas, sintiéndose como en casa confesó su admiración por la hermosa ciudad. Uno de esos días al finalizar su presentación fue entrevistado por varios jóvenes a quienes respondía con más humildad. Un café de por medio, le pregunté sobre la entrevista, su respuesta fue otra lección de sapiencia. “Aproveché para aprender de los jóvenes sobre hospitalidad y patriotismo”, me expresó. Cuando visitamos, las pampas de Quinua, sus ojos brillaban como quien camina divisando la nueva alameda. Allí mismo me fulminó con otra enseñanza: “¿Ves a ese héroe, ves su manera de hinchar el pecho?”, mirando el horizonte, me señaló a un niño que caminaba también en la pampa.
A fines de 2019, en Concepción, nos abrazamos como hermanos, sin pensar que sería la última vez. En ese altar, donde escribió sus últimas obras, me recibió con vino tinto en mano. Brindamos por Vallejo, por nuestros países sin fronteras y por la vida. Después de la bella ceremonia de alzar las copas me sorprendió con su mítica frase: “Vamos a terminar con esta farsa”. Brindamos nuevamente para dejar vacía la botella y llenar, como a un frasco vacío, el camino de una inquebrantable amistad. A más de un año de tu partida, te debía este sorbo, querido Omar.
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