La oposición pierde
La oposición no sabe lo que hace. Se equivoca respecto del asunto fundamental: cree que da lo mismo sacar a Castillo por las buenas o las malas.
Sacarlo por las buenas, por así decir, es hacerlo dentro de la ley, la Constitución, la democracia y el Estado de Derecho. Esto puede parecer banal, pero no lo es.
La vacancia y la destitución son mecanismos constitucionales. La vacancia es “express”, porque abusivamente carece de debido proceso. Ha fracasado ya dos veces en este gobierno. Hasta la fecha no hay los dos tercios de los votos para que prospere. La vehemencia y la precipitación quemaron la bala inútilmente. La destitución, en cambio, tiene un debido proceso señalado en la Constitución, y no toma en el Congreso en ningún caso menos de tres meses.
Todos sabemos que ambas opciones obedecen al plan de la oposición de poner al presidente del Congreso en la Presidencia de la República. Pero hay algo en que no repara. En dos meses, el 26 de julio, mucho antes de que haya concluido el debido proceso de una destitución, el Congreso tendrá un nuevo presidente. Y la oposición no sabe quién será.
Terminado el “turno” de Acción Popular, según el acuerdo existente, le toca el suyo a Alianza para el Progreso, de César Acuña, en la Presidencia del Congreso. Si se respeta el acuerdo, Acuña pondrá al candidato y este ganará. Si el acuerdo se rompe, en cambio, nadie puede saber quién resultará elegido. El azar prevalecerá y las circunstancias harán de la elección del presidente del Congreso una suerte de elección indirecta del presidente de la República por los 130 miembros del Congreso, al que el pueblo no quiere. ¿Alquien puede pensar que esa elección vaya a parecer un acto legítimo a los ojos de los peruanos?
Hasta aquí la vía legal. Como se ve, es un camino en el que, dando palos de ciego, la oposición desemboca no sabe dónde. Es la negación de la política, que es el arte de lo posible.
En la otra mano, la oposición flirtea a diario con sacar a Castillo a la fuerza, ya sea por un golpe de la calle, un paro de transportistas o un asalto de reservistas a la casa de gobierno. Son todas opciones al margen de la ley, la Constitución, la democracia y el Estado de Derecho.
Cualquiera de ellas la colocaría automáticamente a la oposición -y a todo el proceso político- fuera de la ley, la Constitución, la democracia y el Estado de Derecho. Es un salto al vacío, un hoyo negro donde la fuerza está autorizada a derribar a la fuerza.
La oposición no repara en lo grave de precipitar ese escenario. El pueblo que de buena fe votó por Castlllo, especialmente en el Sur, cree sinceramente que Castillo fracasa porque la oposición “no lo deja gobernar”. No ha madurado aún la conciencia de la responsabilidad del gobierno en el caos existente. Objetivamente, la inflación ni siquiera es de su entera responsabilidad, ya que en EE.UU. y Europa es similar. Esos peruanos concluirán fácilmente que, aun si el presidente fuera un inútil, es “nuestro inútil”. Dirá que la oposición le ha “robado al pueblo su Presidencia”.
Si se opta estúpidamente por la vía ilegal creyendo que da lo mismo –así piensan los que piensan poco- la narrativa en el sur del Perú será la misma que devolvió a Evo Morales al poder en Bolivia. Ir a unas elecciones en ese escenario creyendo que están ganadas de antemano es una estupidez. El ganador en ese escenario es Cerrón.
Es indispensable identificar correctamente al enemigo. Castillo es un personaje de segunda fila, puede ser un adversario, pero no es el enemigo. El enemigo absoluto es el eje La Habana-Caracas y sus aliados locales, Evo y Cerrón.
Castillo necesita hacer la misma transición que hicieron en su momento Víctor Paz Estenssoro en Bolivia o Alan García y hasta Ollanta Humala en el Perú al corregir el rumbo que inicialmente habían emprendido mal. No hay en ello vergüenza ni deshonor. Veremos si Castillo es capaz de entenderlo.
Fuera de la ley y el Estado de Derecho y al margen de la Constitución y la democracia, en cambio, la oposición habrá perdido la guerra por luchar contra el enemigo equivocado. Le habrá entregado el poder al enemigo absoluto del Perú, el que busca vivir a costa suya como un parásito hasta consumirlo, como ha hecho en Venezuela.
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