La libertad primero
El Congreso pretende imponer cuotas de contenido a las empresas de radio y televisión. Si bien la frecuencia es una concesión, los contenidos privados son intangibles, por lo que la programación es un correlato de la libertad.
Condicionar la programación es estatizar los contenidos. El proyecto de ley del congresista Álex Flores, de Perú Libre, busca modificar la Ley de Radio y Televisión para que las empresas dediquen al menos 40 % de su programación al folclor, música nacional, cultura y realidad peruana, es un control ex ante, y si el control convencional se aplica, no debe proceder. Vincular las concesiones al contenido, crea una nueva modalidad de permiso: la concesión condicionada.
La Convención Americana de Derechos Humanos es determinante. En su artículo 13 reconoce la libertad de expresión, pero se extiende. "El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores". Prosigue: "No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales (…), de frecuencias radioeléctricas (…)".
Se entiende que para Perú Libre la cuota es acercarse ligeramente a Granma y al control de medios cubano como un avance inicialmente inocuo. Lo que no se entiende es que haya congresistas de bancadas democráticas que respalden el proyecto.
Los contenidos nunca se imponen por más socialmente deseables que sean; bajo fundamentos similares podría imponerse porcentajes para una religión y que “las buenas costumbres” se empoderen como un término matriz de la corrección política para formar una sociedad del hombre nuevo. En esos extremos todos los totalitarismos se tocan las manos. ¿Por qué el folclor nacional y no una seguidilla sobre el horror que causó Sendero Luminoso en los 80 y 90? En ese extremo no les conviene.
El folclor peruano es rico y los valses exquisitos. Polo Campos merece una estatua como los grandes cantores andinos y los ágiles danzantes de tijeras otro tanto, como las épicas y los martirios de nuestra historia, pero las cuotas son una cesión al condicionamiento de la libertad de expresión y a la elección del consumidor.
Popper y Berlin convenían en la diversidad abierta, inexorablemente voluntaria y libremente evolutiva. La libertad de expresión solo tiene límites en la reputación y aún con ese alcance sugeriría despenalizar la querella para diseñarla como una acción civil. Cuando la libertad es regulada nunca hay vuelta atrás.
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