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La isla de Epstein

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Fecha Publicación: 08/01/2024 - 22:10
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El sistema de justicia norteamericano es razonablemente bueno, bastante alejado del poder político visto, por lo menos, desde los estándares hispanoamericanos. Pudo provocar la renuncia de Nixon, la caída de los magnates de la FIFA y ahora hacer temblar a cientos de los pederastas más poderosos del mundo. La jueza Loretta Prezca dirige el proceso judicial iniciado por Virginia Gioffre, una de las tantas víctimas que, siendo menores de edad, fueron esclavizadas por Jeffrey Epstein y su pareja Ghislaine Maxwell, en la trístemente célebre isla donde se organizaban fiestas y orgías a gusto de los clientes. Se trata de más de 900 folios recientemente desclasificados, donde se mencionan una o muchas veces los nombres de cineastas, empresarios, políticos, músicos, líderes de la tecnología comercial. El trabajo de las próximas semanas será evaluar de manera imparcial, cuál es el significado de cada mención, pues las hay sin ninguna relevancia, de un Papa incluso, como para negar haber visto jamás a Trump por allí, para dar testimonio de un Michael Jackson negándose a abusar de un menor, o a la versión más depravada de Stephen Hawking.

No podemos imaginar un descubrimiento así en nuestro país, pues el poder tiene demasiada influencia en la justicia; porque el acceso, la ratificación periódica y la permanencia, dependen de un grupo de iluminados, antes el CNM y ahora la JNJ, donde cualquier cosa puede pasar, pues hechos de similar gravedad pueden producir sanción más drástica, una breve suspensión, o la ratificación unánime; misterioso espacio donde el debido proceso solo existe para los aliados. Adicionalmente, cabe preguntarse si la vida privada o las opciones sexuales más rebuscadas, están protegidas por el derecho a la intimidad y al libre desarrollo de la personalidad; definitivamente sí, a pesar que la jurisprudencia señala que las personas públicas tienen un manto de protección más tenue, aunque real, lo cierto es que si sus actos privados revisten interés y consecuencias en el ámbito público, pueden ser expuestos de manera racional y proporcional; esto es, tan solo aquellos que directamente afectan gravemente el orden social. En el caso de la isla de Epstein, existen diversos indicios de una sistemática explotación sexual de menores a cambio de dinero o de negocios.

La última reflexión la dirijo hacia el por qué tantos hombres y mujeres exitosos y adinerados, necesitan satisfacer su libido de manera pública en una isla donde pueden ser fácilmente reconocidos. La respuesta es que, de manera similar al de los violadores en serie, no se trata solo de sexo, sino esencialmente de ejercer poder y ser admirados ejerciéndolo, afirmando el sentido de pertenencia a un exclusivo círculo de privilegiados, en donde el dolor de los niños satisface la vanidad del poderoso.

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