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La Economía Social de Mercado en la experiencia peruana

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Fecha Publicación: 30/12/2019 - 21:40
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Su flexibilidad como modelo constitucional ha quedado demostrada en los foros académicos y en el propio MEF, donde ministros de Alan I, Toledo, Alan II y Ollanta, han podido desarrollar sus políticas económicas con el modelo alemán recogido por las Constituciones de 1979 y 1993. Nacida de la Doctrina Social de la Iglesia, incorpora el concepto de dignidad humana como eje de todo sistema económico; desde allí se desprende la necesidad de respetar la iniciativa privada y las libertades propias de la persona, tanto como la urgencia doctrinaria de reducir la pobreza mediante la enérgica acción social de empresas y del Estado. Y es que los socialcristianos Konrad Adenauer y Ludwig Erhard tuvieron que reconstruir Alemania Occidental recreando oferta y demanda con ciudades destruidas, sin máquinas ni energía, sin sueldos ni pensiones.

Como toda formulación doctrinaria, la Economía Social de Mercado ha sido permeable a los profundos cambios producidos en el mundo a partir de la caída del Muro de Berlín. En los 90, fue evidente la miseria de los países que optaron por una economía basada en las decisiones de los políticos y no de los inversionistas, pues la motivación del funcionario no es la misma que la del emprendedor que arriesga sus ahorros, su hipoteca, así como su dedicación para concretar la idea de negocio. Es así como el mismo modelo alemán es implementado con una perspectiva nueva y diferente: en lugar de privilegiar al Estado por encima de los particulares, se le otorga mayor importancia al principio de Subsidiaridad, por el que la actividad empresarial queda reservada a la iniciativa privada, pudiendo intervenir temporalmente el Estado solo cuando el privado no encuentra motivación en satisfacer una determinada demanda del mercado.

Los actuales socialistas sueñan con modificar esa perspectiva realista con la que nuestro país ha mejorado todos sus indicadores económicos y sociales, despreciando la experiencia dolorosamente adquirida para retornar a una Economía Social de Mercado de los años 60 propia del peculiar contexto histórico de Juan XXIII y de Jacques Maritain, en lugar de seguir adaptando los principios doctrinarios a la realidad, por ejemplo, para fortalecer la educación pública, concretar la Igualdad de Oportunidades, u ordenar y financiar los caóticos sistemas de salud pública aterrizando eficazmente el principio de Solidaridad. Ninguna casualidad, en lugar de reducir la pobreza y de garantizar mejor calidad de vida, el socialismo para subsistir necesita destruir a las clases medias emergentes aumentando impuestos y generando inflación.