La desmemoria
La memoria histórica debe servir para algo, pero depende quién haga el relato. Si equivocamos quién es la víctima y quién el victimario, iniciamos mal. En los 80 Sendero Luminoso irrumpió para aniquilar a la Nación y al Estado, trató de hacerlo con terrorismo. No fueron los pobres (obsérvese la reacción del campo) ni la clase media los que impulsaron el terror sino un grupo de convencidos por un líder vesánico obsesionado con el marxismo y el maoísmo. Los pobres y la clase media fueron las víctimas de su tiempo y víctimas también fueron muchos militares, policías, dirigentes y autoridades.
No fue la desigualdad lo que movió a este grupo, fue la ideología. El Perú no venía de un régimen oligárquico sino, en lo inmediato, de una dictadura de izquierda que tuvo manos libres para todas las reformas antiliberales que sabemos. No apareció tras el dominio civilista aristocrático ni tras Manuel Prado, el Perú ya era otro. En el relato, los jóvenes que no la vivieron, creen que el enemigo no fue el senderista sino quienes lo combatieron y derrotaron.
¿De qué sirve una memoria mal hecha si lo que transmite es una realidad equivocada? ¿Saben los jóvenes cuántas muertes produjo el marxismo en la historia y en el Perú? ¿Saben cuántos militares y policías fueron las víctimas de ese odio cruento y arbitrario? ¿Cuántos monumentos al militar y policía caído hay o le rendimos tributo? Sabemos, sí, cuántos juicios se les siguió durante años y cómo al final la torta se volteó dejando la gelatina roja encima para los sedientos del odio. Los jóvenes de los últimos veinte años solo han escuchado el discurso de los aliados involuntarios de los vencidos. Sin ese caldo nutricio, el comunismo no sería una amenaza hoy y Sendero Luminoso hubiera desaparecido en un arrasamiento cultural que otra clase política, más convicta y enérgica, sí hubiera iniciado y completado.
El Perú creció partido; por un lado, los técnicos que desde el MEF aportaron sus conocimientos para una economía libre y en crecimiento, pero del otro lado un poder paralelo desde el Estado y las organizaciones que no hicieron lo que debían hacer: seguir luchando contra Sendero. Otros se permitieron la convicción de que el problema había terminado.
La cultura política es un campo por desarrollar, especialmente en el sur ideológicamente infiltrado. Si un gobierno democrático llega en el tiempo por venir, ese es su pendiente.
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