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La derrota de las izquierdas

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Fecha Publicación: 31/01/2022 - 22:30
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Mientras que en la derecha no se observa la presencia de grupos radicales que promuevan dictaduras y programas fascistas de concentración del poder político y económico en el Estado, en la izquierda sí se percibe diferencias entre aquellos que se sienten identificados con el socialismo moderado europeo, comprometido con los procedimientos y principios democráticos, y la izquierda marxista leninista que, anhelando el modelo de socialismo bolivariano, apunta a un autoritarismo populista. Ambas izquierdas parecen haber sufrido una derrota política significativa.

Durante las últimas décadas, la izquierda democrática se ha nutrido de valiosos elementos surgidos en las aulas de las mejores universidades particulares de Lima, concienzudamente preparados para trabajar en consultorías, proyectos sociales, y en gestión de la Cooperación Internacional a través de un poderoso grupo de ONG cuyos gastos e impacto social no son verdaderamente supervisados, ni por el Estado ni por sus aportantes. Este sector funciona como un partido político clandestino, con enorme influencia en todos los gobiernos desde Paniagua.

A pesar de tener bien encaminado su programa principal: controlar todas las instituciones estatales, promover un Estado de Bienestar donde el empresario se subordine al funcionario y ambos al activista, y el predominio del marxismo cultural en la mentalidad urbana promedio; no ha logrado conformar un verdadero partido político de centro izquierda que domine el escenario nacional con organicidad y enraizamiento social. Fracasaron por la ineptitud y corrupción de Fuerza Social en la Municipalidad de Lima; con la insignificancia estratégica de Ollanta/Nadine; y luego con el Partido Morado, fallecido de vergüenza por su impostado líder.

Al final del intenso debate sobre la Asamblea Constituyente, concebida como instrumento para el cambio de sistema político, promovido por la izquierda radical provinciana de Castillo/Cerrón y también por los marxistas burgueses de Verónika Mendoza, es evidente la derrota del pretendido engaño, pues nadie demostró la necesidad de una nueva Constitución y, además, la mayoría de peruanos no lo considera prioritario. El daño se extiende a la izquierda democrática que, a través de sus voceros más distinguidos, apoyó la franquicia bolivariana al creer poder aprovecharla para concretar su propio programa, aquí reseñado. Es obvio que también le afecta el uso de las propuestas ideológicas que el Presidente desliza semanalmente, sin ninguna coherencia, oportunidad, argumentación, ni elocuencia.

El fracaso del gobierno radical y la degradación de los planteamientos de la izquierda democrática, inevitablemente comprometerá las pretensiones electorales del socialismo en 2026. La pobreza y desempleo generado servirán de vacuna contra los discípulos de Gramsci; solo el individualismo de la derecha podrá salvarlos.

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