La cultura influencer
Un influencer es una persona destacada en las redes sociales. Gana likes en Facebook, es una estrella en Instagram o YouTube y no requiere del talento sino de la fama, la facha o de algún misterio que se escapa. Un youtuber chileno, español, peruano puede ser hoy el autor de un libro editado por una gran transnacional más que por sus letras porque tiene millones de suscriptores, “lo que asegura ventas”. La actriz Gisella Ponce de León (que probablemente influencie con sus mensajes más que el promedio) dice, no obstante: “Resulta que la maldición del Instagram también afecta a los actores. Ahora para ser actor y que te contraten tienes que tener muchos seguidores, ser 'influencer'. Es decir, enseñar toda nuestra vida y decir que nos gustan todos los productos que consumimos”.
Quizás ese dato estaba fuera de mi alcance. El éxito económico, las contrataciones, ser el ahijado de una marca, depende cada vez más de esa burbuja que algunos creen que es el universo como cree el personaje más likeado que su trabajo es bueno solo porque es popular en su plataforma. Las redes sociales han creado esa ilusión para los ingenuos, pero también para los empresarios que creen que mil likes venden millones. En el barrio digital ser una estrella de las redes es una tentación, pero no pasa de ser un holograma que construimos, y lo que es peor, con el que profundizamos la estupidización de la sociedad. Los posts o fotos más aplaudidos son los más anodinos. Un influencer puede ganar seguidores solo filmándose con un cepillo de dientes. Si Ponce de León propone que el talento (y ella lo tiene) está por debajo del logro de un ejército de seguidores en red, lo que nos aguarda espanta. Era bastante con que la necedad que presagiaba Umberto Eco en la vida digital convirtiera cualquier debate científico, cultural o político en una andanada de garrotes; pero que la medianía tapada por el quantum de suscriptores convierta a cualquiera en líder, nos condena.
Cuando internet asomaba como una promesa, había espacio para el sueño de una sociedad con diversidad de fuentes. Hoy, cuando las noticias falsas, los documentales fake, los influencers idiotas, los chistosos con cámara, la superstición hecha ciencia y el surgimiento de estrellas cuyo mérito es… (perdonen la escasez) la autoridad de ser ellos, el sueño de Gates o Jobs parece ser solo una pesadilla. Así estamos.