La Celestina

Mientras caminaba por las calles de Salamanca, Toledo y Ávila volvieron a mi pensamiento muchas historias sobre las cuales había leído, oído e imaginado. Una que creó en mí mucha intriga fue la tragicomedia monumental de Fernando de Rojas: “La Celestina”. Obra ambientada a finales del siglo XV, en escenarios que vi en paredes de las iglesias, o en los muros donde se proyectan detalles urbanísticos a los que se hace mención en la obra y que parecen estar detenidos por el paso de los años.

El lenguaje utilizado es de doble dimensión. Por una parte, uno culto, épico, poético, elevado, propio de la alta clase social, y otro caracterizado por la espontaneidad, con alto contenido de vulgaridad, humor e insultos, el que corresponde a la clase menos favorecida. Los personajes corresponden a dos mundos enfrentados entre sí. El primer grupo conformado por la clase pudiente: Calisto, Melibea, Alicia y Pleberio; por los criados están Pármeno, Semplorio, Lucrecia y Celestina quien junto a prostitutas toma el papel central. Calisto es quien anda súper enamorado de Melibea y tras una serie de hechos contacta con Celestina, la alcohólica y alcahueta mujer que hace todo por chantajear y engañar a los enamorados. En un inicio soñado, el amor empieza a fluir. Como toda ecuación mal planteada, los resultados son trágicos: tras indicios de correspondencia y éxito del amor, el enamorado muere en un accidente provocado, la deprimida Melibea no encuentra mejor camino que el suicidio, y en la otra esquina, nada bueno sucedía con Celestina quien es asesinada por sus socios, tal como sucede con las bandas de delincuentes actuando en un ajuste de cuentas. Como todo en la vida, todos los comportamientos erróneos tienen consecuencias fatales.

Es una obra escrita para dejar constancia de no creer en hechicerías y mucho menos en alcahuetas; escrita para cuestionar la sociedad en la cual se busca hacer prevalecer el interés por el dinero y la búsqueda del placer a cualquier costo. Historia que cuestiona la moral, la doble moral, del todo vale con tal de lograr lo que uno se propone, asimismo la viveza, el mal aprovechamiento de las oportunidades, de quienes nada les importa con tal de lograr ganancias y sin ninguna consideración por los daños que hacen.
El mensaje de la obra sigue vigente, la actual situación de la sociedad, en particular la peruana, sigue padeciendo de los mismos males: somos una sociedad en profunda crisis moral y es urgente trabajar cambios radicales.

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