ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La agonía de Viseca

Imagen
Fecha Publicación: 21/01/2022 - 22:00
Escucha esta nota

A Viseca, solía ir acompañado por mis amigos de colegio de Utec, el INEI 56. Eran mucho más que paseos y muy especiales cuando iba con Lourdes, Irma, Marcial, Julio y Silverio. Transitar la serpenteante ruta era mágico y nosotros parecíamos poseer imanes, atraíamos a las aves para que nos cantaran y a las flores, para que emanaran su aroma. Apresurados cruzábamos el puente para corretear entre los alfalfares: en la quebrada, la atrevida alfalfa, a vista y paciencia de todos, tenía la desfachatez de celebrar la ceremonia de robarse, a plena luz del día y todos los días, un pedacito del imponente cielo azul, para posarlo como si fuera su flor. Saltar los cercos de piedras y coquetear con los tréboles, que siempre nos mostraban sus tres hojas de la suerte, eran ritos que eternizábamos en cada visita. El sol también nos tomaba de la mano y se posaba a medio cielo para detener el día.

A pesar de eso, aligerábamos el paso para trepar las laderas y caminar cuesta arriba en dirección del corazón de Chawala, el apu protector, acompañado por las palomas porque sabíamos que ellas nos reservaban el dulce fruto de sanky. Al desfallecer el día el paisaje se vestía lentamente con las estrellas porque pronto habría “Noche de luna en la quebrada de Viseca”, así como lo describió el Amauta José María Arguedas. En silencio, retornábamos a Utec para deleitarnos escuchando dulces melodías que arrancaban de su guitarra Américo Peñafiel y chino Antonio mientras Pedro Valencia entonaba Utec pampita de maizales y otras canciones.

Hoy, lejos del pueblo, mientras leo nuevamente Warma Kuyay, no puedo dejar de pensar en el niño José María, quien llegó a Viseca, a la casa de Julio Peñafiel, el charanguero, quien por coincidencias del destino cumple años el mismo día que nuestro amauta; tampoco dejo de pensar en el niño Ernesto, en la niña Justina, en don Froylán y, mucho menos, dejo de pensar en la acogedora hacienda de Viseca, que lamentablemente, en estos últimos años, anda abandonada. Todo lo avanzado y hecho en años anteriores para ponerla en valor y atesorarla, se está destruyendo. Los comuneros, que actualmente habitan la hacienda, no la están cuidando ni mucho menos aprovechando lo que tienen en sus manos. Basta con mencionar que dejaron que el río se llevara el puente original como quien se lleva la historia. Tenemos que devolverle la vida a Viseca, no seamos cómplices de su agonía.

¡Se tiene que hacer algo y ya!

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.