Incentivos para la reconstrucción política
Los últimos siete años han sido muy intensos en nuestro país. En agosto de 2016 se debió conformar una alianza gubernamental entre las dos fuerzas políticas que habían llegado a la segunda vuelta, pues representaban similares convicciones ideológicas; la estabilidad política hubiera permitido retomar la senda del crecimiento económico. Sin embargo, PPK fue condicionado a seguir un libreto dictado por los defensores de Odebrecht, en busca de impunidad.
La grave confrontación no solo exploró los límites de la Constitución orgánica, también consumió los restos de la élite política surgida con Paniagua y Toledo. Una vez destruido el sistema de partidos por las pésimas reformas orientadas a debilitar la representación política en beneficio de demagogos y oenegés, fue la extrema izquierda la que supo aprovechar el vacío generado, logrando colocar en Palacio de Gobierno a su plancha presidencial, provista de un programa radical que debió iniciar el proceso para convertirnos en una república “plurinacional bolivariana”. Felizmente, tenemos en agosto de 2023 una nueva oportunidad, quizás la última, antes de enviar a nuestros hijos y nietos a mendigar en los semáforos de las ciudades de América.
Lo primero es cambiar las reglas que han beneficiado a los extremistas y aventureros, de lo contrario, obtendremos los mismos resultados en cada elección. Por eso es importante el anuncio presidencial de impulsar una verdadera reforma política. Para mejorar la calidad de la representación, es necesario que una Cámara recoja, de primera mano, las necesidades y tendencias de ciudadanos agrupados en pequeños distritos electorales, acercando a elegidos y electores mediante el uninominalismo; el diputado que desee su reelección deberá mantener la confianza de su circunscripción.
Si el sistema proporcional nos arrojó a un radical pluripartidismo, el sistema de mayorías nos debe orientar, según Duverger y la comprobación empírica, a un bipartidismo imperfecto con dos grandes bloques capaces de ganar, y un puñado de partidos más pequeños dispuestos a completar la mayoría parlamentaria a cambio de influencia. Ello significa gobernabilidad y estabilidad.
Los partidos deberán seleccionar a sus candidatos con meticulosidad, pues deberán enfrentar feroces campañas individuales, lo que impulsará a las organizaciones a ofrecer al electorado a sus mejores militantes o a invitar a profesionales conocidos en su comunidad. Esa Cámara debe ser equilibrada por un pequeño Senado elegido en distrito nacional único, con sistema proporcional, lo que implica tener una trayectoria personal notable y notoria, para poder integrar una lista partidaria que coseche votos en todo el país.
De esa forma, los diputados, que son guiados a la defensa de intereses locales, tendrán el control político de senadores quienes actuarán en función de intereses nacionales; y ambas Cámaras respondiendo al lógico y natural incentivo de trabajar para la reelección.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.