Guerreros de la democracia contra el fraude electoral
Qué orgullo saber que hay una inmensa fuerza ciudadana que está luchando por la democracia, sin descanso. Han tomado la calle en forma pacífica (otrora mecanismo violento de la Izquierda) para levantar su voz frente a la ignominia. A pesar de que el fraude es vergonzosamente apañado por las autoridades electorales y por el gobierno, pese a que nuestra institucionalidad está en escombros, nuestros compatriotas no se cansan ni se rinden. Los peruanos siempre tan satanizados por su conformismo y resignación han sacado una garra y una energía admirables. Lejanísima ha quedado la definición de Nicolás de Piérola: “Perú país de desconcertadas gentes.” Hoy los peruanos que buscan la verdad electoral no son fanáticos de Fuerza Popular o adoradores de Keiko, como erróneamente informan algunos medios; tampoco son la extrema derecha ni la “derechita cobarde y cortesana”, esa a la que Castillo con micrófono en mano condena pero que luego se regodea cuando los tiene a merced y suplicantes. Son peruanos con un inmenso instinto de supervivencia, dispuestos a luchar por su libertad, que no se someterán a la miseria, ni a los sueldos de hambre, los cupones de comida, los medios censurados o estatizados y la verdad única de un gobierno policiaco y represor.
El único encargo de Francisco Sagasti cuando asumió la presidencia del Perú en forma transitoria el 17 de noviembre pasado, era que las elecciones se condujesen de forma transparente y respetando rigurosamente la legalidad. Lo único que se cumplió fue la fecha: sus declaraciones y conducta son inaceptables. Bien denunciado penalmente por haber incurrido en delitos contra la voluntad popular, imputación que alcanza a Bermúdez, Salas Arenas, Sanjinez y Rodríguez Vélez. Las investigaciones deberían desnudar toda la podredumbre que hay detrás de este proceso electoral y hacerse extensivas a un Piero Corvetto que se niega a entregar el padrón electoral, a una intolerante Dina Ercilia Boluarte que no solo incumplió con renunciar al cargo con la anticipación exigida por la ley sino que aparentemente sería la cajera de “Los Dinámicos del Centro”. Cada día se descubren más irregularidades, más delitos pero las autoridades, cómplices, siguen imperturbables y los denunciados se victimizan arguyendo persecución política. No es una pesadilla, es nuestra cruda realidad.
Además, qué credibilidad puede tener un hombre que cambia de discurso según el auditorio o se mantiene mudo cuando los temas le son ajenos o rehúye entrevistas porque no quiere dejar al descubierto su ignorancia. Si llegara a ser presidente, sería un gobierno de plaza pública y todas sus decisiones arbitrarias e ilegales las endulzaría con olor, color y sabor de pueblo. Nunca la palabra “pueblo” ha sido tan utilizada y pervertida, tan reducida a su mínima expresión. En su nombre transgredirá todas las leyes, empezando por aquella Constitución que quiere cambiar y que la vende como la piedra filosofal cuando sabemos perfectamente que una ley que no se respeta es palabra muerta, una ley que no se gestiona nunca alcanza su objetivo y que, al final, el problema del Perú no son sus regulaciones sino la incompetencia de sus funcionarios.
No claudicaremos hasta que se haga justicia. La verdad electoral no es una prerrogativa de las autoridades sino un derecho ciudadano y no permitiremos que sea violentado o silenciado.
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