Grandeza peruana
Mientras Donald Trump proclama la grandeza americana (MAGA), cabe recordar que el Perú tiene un origen histórico superior, una herencia que no necesita ser inventada, solo redescubierta. Mientras Estados Unidos ofrecía a sus toscos pioneros tierras áridas donde apenas asomar la vida, el Perú presentaba una historia magnífica. Aquí, un imperio había tejido caminos que desafiaban las montañas, culturas que desbordaban civilización y un pueblo cuyas creaciones, al decir de los europeos del tiempo del Inca Garcilaso, eran comparables con los griegos, los romanos y los chinos.
El Tahuantinsuyo, aquel imperio que extendió sus dominios en su apogeo logró extenderse por 2.500.000 km² a través de las tierras que hoy pertenecen a Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Argentina y Colombia, esculpió con sus manos la geografía misma. El Inca trazó largos caminos que no solo unían territorios, sino también culturas. Construyó el Qhapaq Ñan, una red de vías que excedió en grandeza a la obra romana, delineando con inteligencia vías longitudinales desde Tumbes a la serranía, desde Lima a Jauja, desde los bordes del océano hasta las entrañas de los Andes. Esos caminos fueron las venas palpitantes del imperio, perforando mesetas, surcando arenales y esculpiendo el futuro en piedra.
Luego vino el Virreinato, no una tierra de colonos, sino un reino que abarcaba desde Panamá hasta Chile, desde los Andes hasta las selvas del Amazonas. En estas tierras no solo floreció el oro, sino también el pensamiento, la ciencia y el arte. Lima, “Ciudad de los Reyes”, se convirtió en el epicentro político y cultural de América, una urbe de imprentas, universidades y debates iluminados.
Esa grandeza histórica debe inspirar nuestra modernización. Los Andes, ásperos y desafiantes, fueron la cuna de una civilización inmortal y el hombre peruano fue su recio conquistador. Hoy, el Perú tiene la oportunidad de convertir sus productos en cartas al mundo. Minerales magníficos y una cultura antigua que sobrevive en sus santuarios y construcciones, cimientos de una potencial puesta en valor. No basta con exportar cobre y oro, hay arándanos, espárragos y mucho más. Cada fruto es testimonio del esfuerzo campesino y de una memoria ancestral. Cada grano de cacao debe narrar quiénes somos.
“Hagamos del Perú un país grande otra vez”. Rebrotemos desde nuestras raíces, perfilemos futuro desde nuestros bravos e inventivos emprendedores. Abracemos un legado que se mide en la huella imborrable de quienes transformaron los Andes en cuna de una civilización eterna.
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